domingo, 23 de agosto de 2015

Solo una excusa - OS


Disclaimer: Ninguno de estos personajes me pertenece, sino a que son de Sthepenie Meyer.

Solo una excusa 

La iglesia estaba decorada de una forma espectacular, todo el matrimonio se estaba desarrollando de manera hermosa. Esto se había convertido en el sueño de toda chica, no se podía esperar menos si la encargada de la decoración había sido Alice Cullen, mi querida amiga y ex compañera de departamento. Ella había jurado que todo sería perfecto, ya que era la boda de su hermano Edward y la familia Cullen no escatimaría en costos, era la boda del año.
Ya la ceremonia estaba llegando a su final, cuando la gran pregunta llegó a los oídos de Edward, sus ojos verdes brillaron, pero a mi parecer por una fracción de segundo, esos ojos dudaron en dar el “si”

Mi estomago se revolvió ante la idea de Edward pronunciando una negativa como respuesta, pero eso no sucedió.
—Acepto…  
Al escuchar que aceptaba, sonreí y negué con mi cabeza ¿Cómo era posible que pensara que podría negarse? La respuesta era bastante simple, miles de imágenes en mi cabeza me dejaron en claro porque había la probabilidad de que Edward se negara a casarse.

Eran las siete de la mañana y yo ya estaba lista para poder llegar a la cafetería a la que iba todas las mañanas, sin falta, para no perder la oportunidad de verlo.
Tome mi abrigo blanco y me cubrí con él, levantando el cuello de este para que parte de mi rostro se cubriera de esta ola de frio que recorría Chicago.
—Nos vemos, Alice –dije al guardar mi documentos en mi mochila blanca.
—Adiós –dijo ella aun en pijama, dirigiéndose a la ducha.
Alice era mi compañera de departamento desde hacía tres meses. Había comprado el lugar cuando estaba muy bien económicamente, pero la empresa para la que trabajaba como asistente ejecutiva había quebrado, así que me vi en la obligación de poner un anuncio en el diario para que alguien me ayudara con la renta. Alice vino a visitarme a los días de que el anuncio saliera en uno de los periódicos más importantes de la ciudad.
La chica de ojos verdes, cabello puntiagudo, de contextura pequeña y muy sonriente, apareció en mi puerta mostrándome el anuncio del periódico. No me tomo más de media hora para saber que ella sería mi nueva compañera.
Congeniamos inmediatamente, era muy agradable y era muy fácil poder convivir con ella. Al mes ya nos habíamos convertido en amigas, de las que se confesaban sus problemas y las que solo viendo una película y hablando estupideces podían pasar un excelente tiempo.
Finalmente tome mi bufanda azul que Alice me había regalado el día anterior para que me cubriera del frio y salí del departamento.
Apresure el camino al notar que esta vez iba un tanto atrasada. Haber estado organizando las citas de los pacientes del Dr. Newton por haberse ido de vacaciones espontaneas, no era nada fácil. Desde hacía dos meses había encontrado trabajo en una clínica privada donde tenía que ser prácticamente la secretaria de uno de los doctores que ahí trabajan. La paga era mucho menor que mi antiguo trabajo, pero era lo único que había podido encontrar luego de quedar cesante.
—¡Demonios! –susurre enojada por estar tan atrasada, esta vez no lo vería, estaba segura.
Comencé a correr para poder alcanzar mi última probabilidad de que este día no comenzara mal. Abrí la puerta de la cafetería con fuerza, sintiendo como el frio había pasado a segundo plano por haber corrido cuatro cuadras y cuando pude llegar, el frio paso definitivamente al olvido en mi mente.
Sentí como al entrar apresuradamente chocaba con alguien, de tal forma que provoqué un gran accidente. El café que llevaba en sus manos se derramo sobre mi abrigo blanco, los papeles que él llevaba saltaron, cayendo lentamente sobre el piso y manchándose con el café derramado.
—¡Lo siento! –dije levantando la mirada rápidamente. Me quede helada, el frio volvió a mi cuerpo en un segundo, siendo que el café estaba traspasando las capas de ropa.
—¡Demonios! –dijo frunciendo el ceño. Sus ojos verdes estaban fijos en mi abrigo blanco que ya no lo volvería a ser.
—Lo siento mucho… —mi cuerpo comenzó a reaccionar al sentir que el liquido caliente estaba comenzando a quemarme. Me moví hacia un lado para sacarme el abrigo, lo hice con rapidez mientras miraba como el chico de cabello cobrizo trataban de salvar los papeles que habían en el piso.
—Demonios, demonios, demonios –hizo sus manos un puño y cerro sus ojos, tratando de controlarse y no gritarme por lo que había hecho.
Mire hacia nuestro alrededor y todos estaban atentos a lo que había sucedido, incluso una de las chicas que trabaja en el lugar me paso una pequeña toalla para que tratara de secar mi ropa. Trate de disimular mi emoción ante el accidente, fingiendo concentración en mi blusa azul que estaba mojaba por café, pero no podía dejar de poner mi atención en él, que ya había tomado todos los papeles y los estaba arrojando al bote de basura que había al lado de la puerta.
Ya más tranquilo me miro y se fijo en mi abrigo que estaba sobre la mesa de mi lado.
—Lo siento… —susurro al darse cuenta que sus papeles no eran los únicos afectados, aunque había sido mi culpa, completamente –no puedes entrar así a un lugar, menos a una cafetería… —desee con todas mis fuerzas poder darme contra una pared –si lo llevas a la tintorería quizás tu abrigo no quede con alguna mancha…
Lo miraba embobada mientras seguía moviendo la toalla sobre la blusa azul. Él me quedo mirando de forma curiosa por unos segundos, hasta que tome toda la valentía que podía tener, sumada a la desesperación del momento.
—Siento mucho lo que sucedió, tus papeles…dime que no eran importantes, por favor –él sonrió al escucharme y luego puso atención directa a mis ojos.
—Lo eran, pero gracias a la tecnología simplemente debo imprimirlo de nuevo… ¿estás bien? ¿Te he quemado? –negué rápidamente.
—¿Tu estas bien? –él asintió sonriendo.
—Tengo buenos reflejos, así que aleje mi cuerpo al instante que el tuyo se estampo contra mi capuchino…
—Lo siento mucho, en serio… —nos movimos cuando las demás personas comenzaron a salir del local –me llamo Isabella Swan –estire mi mano hacia él.
—Edward –miles de mariposas revolotearon en mi estomago al momento de sentir su mano estrechar la mía. Sintiendo lo fría que estaba producto del frio que nos estaba atacando.
Aun con las mejillas sonrojadas, mis piernas temblorosas y mi corazón en la garganta, me atreví a seguir hablando.
—Déjame compensarte, te invito otro capuchino, por lo menos déjame pagarlo… —él me miro y sonrió de tal forma que me dejo sin aliento. La comisura de su labio se elevó, dejando al descubierto aquella sonrisa seductora que me enamoró aun más.
—Me encantaría Isabella, pero tengo que hacer algo muy importante, voy a la corte –mis ojos se abrieron sorprendidos al pensar que él tenía problemas con la ley. Él noto mi mirada –soy abogado, un gran caso para hoy…
Había pasado semanas pensando en su posible trabajo, pero los minutos que lo alcanzaba a ver, no eran tan reveladores como yo hubiera deseado.
—¿Tu vienes seguido a este lugar? –mis hombros sintieron que pesaban más de los debido al escucharlo. Él no tenía idea de mi existencia y yo que había soñado durante días enteros al pensar que sus ojos se posaban en mí con frecuencia, por lo visto no era así.
—Sí, todos los días…
—¿En serio? No te había visto…yo igual vengo todos los días —aquella sensación de desilusión aumento aun más –bueno, entonces mañana podrías invitarme ese café ¿no? –nuevamente esas mariposas atacaron mi estomago.
—Entonces, te veo mañana… —él asintió y se despidió con un “Hasta Mañana”

Esa había sido la primera vez que habíamos interactuado, por lo menos después del intercambio de palabras que tuve con él cuando llegó a la clínica donde trabajo, en donde me pidió información para saber donde se encontraba un doctor. Me encantaron sus ojos verdes desde el primer momento, su bajo tono de voz y esas manos que me podrían rodear de la forma que deseara. Él no tomo atención en mí y yo solo quede con la idea de que solo era un hombre demasiado guapo que no lo volvería a ver.
Sin embargo la sorpresa que me trajo el destino al ver que cambiarse de cafetería no era nada malo, fue muy agradable. Había discutido con una encargada de la cafetería porque había olvidado mi pedido, así que decidí que era hora de un cambio. Así fue cuando entré al siguiente local, a las 7.15 de la mañana y sonreí al ver que el chico guapo que había visto una semana atrás estaba a unos centímetros delante de mí, esperando para poder comprar su capuchino.
Desde el primer avistamiento en la cafetería, ya habían pasado dos meses, en donde no había dejado de ir a la misma hora para poder verlo, aprovechando esos minutos de la mañana para deleitarme con sus ojos…hasta que luego de dos semanas me di cuenta que esto era obsesivo, pero aun así no me aleje del lugar ni tampoco cambie el horario de mi llegada a la cafetería. Alice me decía que me había convertido en una loca.
—¿Por qué te estás arreglando tanto? –Alice nuevamente salía de su habitación con su cabello desordenado y terminando de arreglar la parte superior de su pijama de Hello Kitty, pude ver que cuando cerró la puerta, un cabello rubio estaba entre sus sabanas. Era Jasper, su novio.
—Por nada ¿me veo bien? –ella asintió, pero me miro sospechosamente.
—Siempre vas linda para tus minutos de gloria con aquel desconocido, pero esta vez luces diferente…
—Se llama Edward –tome mi bolso negro de cuero y la apoye en mi hombro.
—¡¿Qué?! ¿Has hablando con él? –asentí y me retire rápidamente para no tener que correr nuevamente, dejando a una Alice en shock, era agradable poder dejarla así de vez en cuando.
Había comprado el día de ayer un vestido de hilo con líneas horizontales de color negro y gris, unas medias negras y un nuevo abrigo, esta vez uno con estilo campana, también de color gris. Me veía bien y me sentía segura, hoy vería nuevamente a Edward y todo tenía que salir bien.
Abrí la puerta de la cafetería con cuidado y con los nervios recorriendo todo mi cuerpo. De inmediato pude ver que él estaba mirando hacia la gran ventana que daba hacia la calle, pensando en Dios sabe que.
—Buenos días… —susurre aun nerviosa. Él se giro hacia mí y sonrió de nuevo, de esa manera seductora que tenia.
—Buenos días, Isabella ¿Cómo has amanecido hoy? –deje mi bolso sobre la mesa y me senté.
—Bien, gracias… ¿y tú?
—Ahora se ha convertido en un amanecer aun mejor… —mis mejillas se sonrojaron a pesar de que el frio me había hecho bastante efecto durante mi caminata hasta aquí.
—Buenos días ¿Qué van a pedir?
Ambos hicimos nuestros pedidos y luego nos quedamos en silencio, mi nerviosismo estaba jugándome en contra y tuve que controlarme demasiado para que eso no siguiera ocurriendo.
—¿Y cómo te ha ido en la corte? ¿He provocado que un delincuente quede libre por arruinar esos papeles? –su mirada bajo hacia la mesa por un fracción de segundo.
—Algo así, pero no ha sido por los papeles…ha sido mi culpa –hice una mueca de desagrado.
—¿No salió todo bien? –él negó, confundiéndome.
—Ese es el problema, todo salió demasiado bien, hice que mi cliente saliera invicto…
—¿Y no es una buena persona? –pregunte cautelosa, de seguro ese problema lo tenía sumido en sus pensamientos cuando llegue a la cafetería.
—Trabajo para una firma privada, la más importante de Chicago, ahí no se trabaja por honor, Isabella…
—Sino por dinero ¿no? –él me quedo mirando unos segundos, sin decir nada —¿y te molesta?
—En parte, pero gano bastante dinero, tengo un gran prestigio y no lo dejaría por nada en el mundo.
—Ya veo…
Luego de conversar de todo por una hora, hablando sobre nuestros trabajos y nuestro diario vivir, Edward esperaba poder verme al día siguiente…y así comenzó. Después de una semana, los café no pudieron ser suficientes, así que él comenzó a invitarme a salir, cosa que acepte encantada.
Desde que conversamos la primera vez nunca dijimos mentiras, pero no se revelaba nada que no tuviera una pregunta previa, así que solo tuve que hacer las preguntas correctas.
Sabía que era imposible estar enamorada de él, pero no sabía cómo definir aquello, desde que me quedaba detrás de una mesa, leyendo algún libro mientras miraba a escondidas a Edward, sentía que estaba enamorada del chico desconocido. Y ahora, que salía con él y sabia como era, me sentía aun más atada a ese sentimiento, que escondía muy bien delante de las verdes esmeraldas de Edward ya que a pesar de que nos veíamos fuera de la cafetería y que nuestros encuentros eran más frecuentes, él no me había besado y yo no tenía la confianza aun de poder insinuarme, aunque moría de las ganas de sentir esos labios sobre los míos, me habían quitado el sueño más de una vez.
—Mis padres te quieren conocer –dijo Alice cuando cenábamos un día jueves.
—¿En serio? –lleve un bocado de comida a mi boca.
—Claro, mañana habrá una cena en su casa, podrías venir conmigo y Jasper, nos quedamos a dormir allá ¿te parece?
—¿No crees que molestaría? –esas comidas más que cenas, siempre sonaban como reuniones familiares, no me parecía interrumpir aquel momento.
—Por supuesto que no, por algo te invito ¿no?  —ella tomo de su jugo, mirándome por unos segundos –a menos que tengas planes con tu Edward misterioso –sonreí y negué. La próxima vez que viera a Edward, le preguntaría su apellido, ya habíamos salido tres veces fuera de la cafetería no se me había ocurrido aquella pregunta.
—No es mío, solo somos amigos… —ella rodo los ojos –deja de hacer eso, tus ojos te quedaran deformes –Alice rio ante mi afirmación –bien, iré con ustedes, me encantara conocer al Sr. Y Sra. Cullen…
—¡Excelente!

Alice me hizo vestir de forma elegante para la ocasión, me dijo que era una cena importante, pero que no tenía que incomodarme, a pesar de que sus padres eran de una clase social bastante alta; había elegido un simple vestido negro que se ajustaba a mi cuerpo. No me importo demasiado lo que eligiera, si ella me invito debe estar bien, así que solo me arregle para la ocasión y nos fuimos junto a Jasper hacia la casa de los padres de Alice.
Al llegar al lugar, traspasado el gran portón negro y los jardines, hubiera agradecido que Alice me hubiera aclarado que la “casa de sus padres” no era más que una mansión de cuatro pisos, color blanco con pilares incluidos….esto era una locura.
—¿Quién eres Alice Cullen? –Dije mirando hacia su casa —¿es que ahora falta que digas que tu tío vive en la casa blanca?
—Yo le dije algo muy parecido… —rio Jasper. Él era un chico muy normal, profesor de literatura de una universidad y creo que por eso mismo, Alice había tenido problemas con su familia, pero les hizo entender que ella no dependía de sus decisiones, que ella elegía con quien estar. Muy valiente de su parte –espera que conozcas a su familia, no lamentaras el problema que tuvimos cuando veas al hermano mayor de Alice, Edward –de inmediato mi mente me llevo a mi Edward ¿Qué estaría haciendo ahora?
—Es porque será el heredero de la firma de abogados más importante de la ciudad –Jasper estaciono mientras llegaban dudas a mi cabeza.
—Nunca me habías hablando de tu hermano  ¿Cómo es? –ella me miro y sonrió.
—Solo tenemos los ojos y la piel igual…nada más, ni siquiera el carácter, él no es más que un engreído, prepotente y sin moral.
—Amor de hermanos ¿no? –Dijo Jasper mirando a Alice –no debes hablar de esa manera, amor.
—Es la verdad… y nunca te hable de él Bella, porque no quería que arruinaras la imagen que tenias de tu Edward misterioso, como tienen el mismo nombre.
—Claro… —estaba helada y mi corazón latía con fuerza ¿es que era posible? ¡No! seria…demasiado raro ¿no?
Nos bajamos del auto y nos acercamos a la puerta de esa increíble mansión. Una empleada nos abrió, a quien Alice saludo animosamente.
El lugar era maravilloso, frio pero increíble. Cuadros caros adornando las paredes, muebles demasiado elegantes como para acercarme mucho, todo en la misma línea decorativa.
—Alice… —al llegar a la sala nos encontramos con cuatro personas. Pude identificar quienes eran el Sr. Y Sra. Cullen, a su lado se giro hacia nosotros mi sospecha, que vestía de un traje negro. Ambos nos quedamos mirando como si hubiéramos visto un fantasma, Edward literalmente se volvió más pálido al verme.
—Y él es mi hermano Edward Cullen –dijo Alice luego de presentarme a sus padres, a quienes había saludado casi balbuceando.
—Buenas noches, un gusto –estiro su mano hacia mí, saludándome como si fuera la primera vez que nos veíamos.
—Buenas noches –susurre estrechando su mano, sintiendo la misma electricidad que nos trapazaba cuando nos saludábamos…o despedíamos y podía sentir su piel contra mi mejilla.
—Ella es mi prometida, Tanya Denali –dijo mirándome directo a los ojos, dejándome en claro que ni siquiera se me podía ocurrir decir algo sobre nosotros, aunque no había nada que decir.
—Buenas noches… —la chica rubia me saludo amablemente, para luego ubicarse al lado de Edward, como si estuviera marcando su territorio. Ella lucia como si hubiera sacada de la revista Vogue, era hermosa y aquel vestido color azul le quedaba muy bien.
Durante la cena, me quede al lado de Alice, justo al frente de Edward, quien me miraba unos segundos y luego se escondía con palabras hacia su novia. Le pedí más de diez veces a Alice que no nos quedáramos a dormir, que nos fuéramos al departamento, pero ella no aceptó, ya que Jasper estaba conversando animadamente con el Sr. Cullen, quien antes ni siquiera le dirigía la mirada a su novio, así que este se estaba convirtiendo en un gran avance.
Luego de la cena fuimos a un salón donde todos conversaban y yo solo decía una o dos palabras, así que mis esperanzas en ese momento estaban en que esto acabara pronto, para dormir e irme rápidamente a la seguridad de mi techo.
—Alice, necesito ayuda, quedan cuatro meses para la boda y aun me queda mucho por hacer ¿me ayudar a organizarla? –Tanya estaba al lado de Alice, tomando su mano y mirándola amorosamente para que accediera a su petición.
—¿Es en serio? ¿Quieres que organice tu boda? ¿Edward? –miro a su hermano al mismo tiempo que yo, él tenía sus ojos fijos en mí, pero automáticamente miro hacia Alice.
—Claro que si –me puse de inmediatamente ¿es que acaso mi hermoso y misterioso Edward se iba a casar?
—Si me disculpan, estoy muy cansada… —Esme, la madre de Alice se puso de pie y le indico a una empleada que me guiara a mis aposentos.
Al llegar lo primero que hice fue sentarme en la cama, porque estaba esperando que subir tantas escaleras acabara finalmente con mi estabilidad emocional.
Me dirigí al baño para arreglarme y dormir, quería escapar de este lugar y no volver a ver a Edward…Cullen. Me cubrí bajo el cobertor color crema y espere que Morfeo se acordara de mi y tratara de llevarme, pero fue imposible. Las horas pasaban y no era capaz de cerrar  mis ojos, que no dejaban de llorar al darme cuenta que todas mis ilusiones hacia Edward, habían quedado en eso, ilusiones.
Alguien toco a la puerta luego de varias horas, ni siquiera esperó que dijera algo cuando una sombra se coló a mi habitación.
—¿Bella? –cerré mis ojos al escuchar la voz de Edward. Trate de hacerme la dormida, pero fue inútil. Él llego hasta mi cama, donde prendió la lámpara y me miro –lo siento…
—¿Por qué lo sientes? –entre nosotros nunca había pasado nada, solo conversaciones como si fuéramos amigos desde hace años.
—No te hable sobre Tanya…y nuestras salidas…
—Vete de aquí Edward, solo quiero estar sola, además no tienes nada de qué preocuparte –salí de la cama y me fui al baño para poder lavar mi rostro que estaba rojo por las lagrimas.
—Bella –golpeo a la puerta.
—¡Vete! Que tu novia debe extrañarte.
—¡Oh vamos! Sal de ahí, tenemos que hablar –mi mano se fue a la manilla de la puerta y fue en ese segundo, que si hubiera tomado otra decisión, las cosas serian diferente.
—¡No tenemos nada que hablar! Entre tú y yo no hay nada… —al escucharme lo único que hizo fue, avanzar rápidamente hacia mí, rodeando mi cintura con un brazo mientras su otra mano tomaba mi rostro para inmovilizarme y poder estampar sus labios contra los míos.
Cientos de emociones llegaron a mi cuerpo y corazón al poder sentir como sus labios se movían sobre los míos…¡Tantas noches soñando con este momento y ahora lo único que deseaba hacer era alejarlo!
—¡No! –dije alejándolo, pero él no se detuvo, solo se fue apoderando de mi boca, lenta y lujuriosamente, tratando de acabar con mi voluntad y conmigo misma –Edward… —susurre al sentir que me estaba rindiendo, llevando mis manos por sus brazos trabajados. Teniendo mayor atención en él me pude dar cuenta que solo estaba vestido con un pantalón de pijama, a rayas negras y blancas, dejando descubierto el resto de su cuerpo –Basta, por favor… —susurre con mis ojos llenos de lagrimas.
—No la quiero a ella, Bella, te quiero a ti –lo mire como si me hubiera dicho el peor de los insultos.
—Alice no se equivocaba sobre ti, deja de mentir, eres muy bueno en eso pero no te escuchare… —lo empuje para salir del baño, si o si me iba de este lugar ahora mismo.
—No entiendes, el accidente con el café fue mi culpa –al escucharlo me detuve, pero todavía le daba la espalda, no quería verlo –te he visto durante bastante tiempo, leyendo un libro todas las mañanas en aquella cafetería, tus ojos se cruzaban muy pocas veces conmigo. Me convencí de que tenía que olvidarte porque estaba comprometido con Tanya, pero cuando no te vi ese día comencé a desesperarme, sabía que sería imposible sacarte de mi cabeza y lo único que pude hacer fue ir hacia la puerta al mismo tiempo que tú estabas entrando, no pensé que chocaríamos como para derramar el café, pero si estaba seguro que tendríamos algún contacto, por lo menos escuchar tu voz.
Lo que dijo era exactamente lo que había soñado por semanas, que él me dijera que también me veía a escondidas, que iba siempre a la misma cafetería para verme, pero ya nada tenía un real sentido si él estaba comprometido.
—Este comprometido con Tanya –suspire tratando de convencerme que no había solución, él estaba con otra mujer y punto.
—Con ella no siento lo mismo que contigo, Bella…todo este matrimonios es para unir los bufé de abogados más importante de la ciudad, el padre de Tanya es dueño de nuestra competencia, es un negocio… —gente rica, que seguían con costumbres tan arcaicas.
—No sé por qué me dices esto, lárgate de aquí Edward, mañana me iré y te aseguro que no me volverás a ver… —sin prevenirlo, sus brazos me rodearon, quedando con su cabeza sobre mi hombro derecho.
—No…–tense mi mordida parar que no se escaparan mas lagrimas –No tengo que esconderme contigo, puedo decir lo que pienso sin que nadie me ataque por ello…no eres una persona prejuiciosa y me encantas, por favor no desaparezcas de mi vida porque te tendré que buscar –podía sentir su nariz pasar por mi cuello, mientras que sus labios rozaban mi hombro.
—Jamás te alejarías de este mundo, te agrada y me lo dijiste…eso significa que no dejarías a Tanya… —sus brazos me presionaron un poco más, como si yo fuera escapar en un segundo.
—No puedo… —cerré mis ojos al escuchar su sentencia, pero no me podía concentrar del todo, sus labios ahora besaban mi hombro –por favor, Bella…no me dejes...
—Edward, solo hemos tenido un par de citas, no te puedes comportar de esta manera –apoye mi rostro en su mejilla, sintiendo lo tibia que era su piel.
—Hemos ido a esa cafetería por demasiado tiempo… —lleve mis manos a las suyas, dejándome llevar por aquellos besos que dejaba en mi cuello ¿cuán mal podría hacer teniéndolo solo una noche? Quedaría entre nosotros.
Edward al notar que había cedido, dejo libre mi cuerpo, pero me giro hacia él y sus labios se encontraron con los míos, ambos nos fundimos en un profundo beso, que fue acelerando aun más mi corazón.
Como si fuera lo más normal del mundo entre nosotros, como si estuviéramos predestinados a llegar a este preciso minuto donde nos íbamos deshaciendo de la ropa del otro, no nos tomo nada de tiempo estar desnudos, ya que ambos vestíamos solo con un pijama.
—Eres hermosa… —había dejado a Edward sentado sobre la cama y como si alguien me hubiera indicado que hacer, me acerque a su cuerpo con toda la sensualidad que estaba escondida en mí y me senté a horcajadas de él.
Sus labios no demoraron en tomar mis pechos como suyos, provocando que gemidos y suspiros escaparan de mi boca, pidiendo por más, exigiendo por él.
Cerré los ojos al sentir como él me elevaba unos centímetros para ubicar su miembro entre mis piernas. Me arme de valor y lo mire, nuestros ojos se conectaron y fue la última gota de decisión que necesite.
Fui bajando sobre él, sintiendo como cada centímetro que avanzaba, nuestros cuerpos se unían como uno solo, por primera vez, me estaba entregando en cuerpo y alma a Edward, como lo había soñado desde hace demasiado tiempo.
—Edward… —susurre en su oído cuando estuvimos completos, el uno por el otro. Los brazos de Edward me rodearon, acercándome hacia él.
Comencé a mover mi cadera contra la suya, siendo ayudada por las manos de Edward, que estaban en mi trasero, empujándome hacia su miembro que estaba en mi interior.
Estuvimos entre esos movimientos que nos llevaban hacia la gloria y dejando que nuestros labios y miradas se unieran como una sola…esto había sido mucho mejor de lo que había soñado.
Nuestros movimientos se volvieron más intensos, de tal forma que luego de unos minutos ambos alcanzamos nuestro nirvana.
Al día siguiente luego de dormir pocas horas y darme cuenta de lo había hecho me levante a hurtadillas, teniendo cuidado de no despertar a Edward. Llame a un taxi y me arregle con rapidez, tenía que escapar de aquí antes que fuera demasiado tarde.

Pensé que escapando y escondiéndome entre mis sabanas iba a estar a salvo, él lo más probable ya hubiera perdido interés en mi, había obtenido lo que deseaba. No tendría que verlo nuevamente y aquella obsesión por él iría desapareciendo. Sin embargo nada resulto como lo había planeado.
Estaba a una cuadra de la cafetería donde iba todos los días, donde podía ver a Edward. Suspire y recordando los mensajes que me envió al celular durante este fin de semana, abrí la puerta rendida.
Al entrar y mirar su sonrisa al encontrarme aquí, supe que estaba perdida, iba a hacer lo que él me pidiera y no había nada que pudiera hacer.
—Buenos días –sonrió de esa forma que me gustaba. Segura de lo que iba a decir me acerque a él.
—Esto solo será hasta que te cases, no seré la amante de nadie ¿entendido? –su sonrisa se esfumo, entendiendo lo que exigía.
—Bien, pero no hablaremos de ello mientras estemos juntos.
Así comenzaron los mejores meses de mi vida, saliendo por las tardes sin que nadie nos viera, escondiéndonos de Alice que preguntaba quien estaba en mi habitación por las mañanas cuando él se quedaba conmigo, ella nunca lo vio. Ambos vivimos lo mejor que pudimos nuestro tiempo, pero éramos conscientes de que nuestra relación se cortaba hasta que él se fuera con otra mujer.
—Me tengo que ir… —suspire bajo las sabanas, con los brazos de Edward rodeando mi cintura –sabes qué debo hacerlo –dije cuando vi su mirada entristecida.
—Quédate hasta mañana, por favor…
—¿Hasta que te vea partir hacia ella? A veces pienso que solo deseas hacerme daño, Edward
—Claro que no ¿Cómo dices algo así? –tomo mi mentón y me hizo mirarlo.
—Entonces habrías evitado que llegue esa invitación a mi departamento…
—Alice está organizando todo, por eso te invito…—gire mi rostro hacia un lado. No tenía nada que decir, yo me había metido en esto y aunque dolía como los mil infiernos saber que él se casaría el día de mañana, no podía hacer nada, las cartas ya estaban tiradas.
—No puedo hacer esto… —me aleje de él, para poder vestirme y salir de ahí.
—No…
—Lo siento, pero no me puedo quedar contigo hasta mañana…duele demasiado.

Eso había sido anoche y como la mujer masoquista y enferma en la que me he convertido, miraba como ahora el amor de mi vida se había unido en matrimonio junto a otra mujer.
—¿Bella? –Jasper estaba a mi lado —¿estás bien? –sentía que mi cuerpo iba a colapsar, sintiendo como el frio estaba envolviendo mi mente al ver como la feliz pareja cruzaba el pasillo de la iglesia. Edward miro en mi dirección por unos segundos, preocupándose de mi estado.
—Estoy bien, nos vemos…. –Salí apresurada hacia la salida de un costado, no quería estar en este lugar, rodeada de esa felicidad falsa que emanaba Edward, sonriendo y abrazando a todo quien se le acercara. Me hacía pensar que después de todo…su felicidad podía ser real y yo ahí no tenía nada que hacer.
—Estúpida –dije al entender que nunca debí llegar a esa boda, nunca debí aceptar esta relación a escondidas con Edward, jamás debí haber elegido aquella cafetería…jamás debí haberme enamorado de él.
Luego de más de una hora llegue a mi departamento, me encerré en mi habitación y comencé a llorar como si el mundo se fuera en ello, estaba tan furiosa que deseaba destrozar cada centímetro que me rodeaba, no quería que nadie se acercara. Sentía como si mi puto corazón fuera a explotar de la impotencia que sentía por lo que me estaba pasando ¿Por qué tenía que ser yo? ¡Deseaba desaparecer!
Unos golpes en la puerta me hicieron ponerme de pie e ir a ver de quien se trataba, abrí rápidamente cuando los golpes se hicieron más fuertes.
—¿Q—que haces aquí? –Edward estaba al frente de mis ojos.
—No podía dejarte ir así de la iglesia, te veías mal…
—¿Qué haces aquí, Edward? ¡Tienes que estar en la recepción! Tanya te descubrirá –él negó de inmediato, mientras entraba al departamento, cerrando la puerta.
—Le dije que me llamaban por un caso importante de la firma… —negué sin poder creer que él estuviera haciendo esto.
—Tu estas casado, esto no puede seguir…
—NI siquiera somos capaces de despedirnos y tú dices eso, no hay otra solución Isabella.
—¡No seré la otra de nadie!
—Amor…ya lo has hecho –mis ojos se llenaron de lagrimas al darme cuenta que eso era cierto, lo estaba negando en mis sueños, pero era verdad, yo ya era la amante de Edward –eres mía y no quiero dejarte ir, sé que es egoísta, pero no quiero perder lo único verdadero en mi vida.
—Edward, no te quiero compartir…
—Pero si lo cierto es que he sido solo tuyo, Bella, te amo y no quiero que esto se termine… —un balde de agua fría cayó sobre mi espalda, mariposas revolotearon en mi estomago, él nunca me había dicho que me amaba.
—¿Me amas? –él se acerco sonriendo, desde el momento que entro al departamento él sabía que saldría airoso.
—Sí, te amo…no me dejes… —sabia que él tendría una doble vida conmigo, era su única vía de escape para ser como deseaba, me hacia reír, enojarme y cientos de sentimientos más, donde todas se resumían en el amor que sentía por él. Todo volvería a gris sin él en mi vida, pero ¿estaba dispuesta a ser su amante? ¿A soportar que siempre ella este primero?...si fuera una amante cualquiera no, pero él decía que me amaba, aunque tuviera que convertirme en solo una excusa para verme, sabía que el siempre trataría de ponerme primero.
—Idiota… —susurre rindiéndome –igual te amo… —sentencie mi vida con esas palabras y selle ese compromiso con un beso, al mayor de mis placeres, sentir sus labios contra los míos, moviéndose suavemente y acabando con mi corazón, como todo lo que él hacia conmigo.

FIN

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