domingo, 23 de agosto de 2015

La ciudad de los amantes eternos - OS


Disclaimer: Ninguno de estos personajes me pertenece, sino a que son de Sthepenie Meyer.


La Ciudad de los Amantes Eternos

Verona, la ciudad que encanta, enamora y te llena el cuerpo de hormonas provocando que pierdas la cabeza. Eso es por lo menos lo que dicen los guías turísticos cuando traen a esas personas a la ciudad de mi familia.

Mi nombre es Isabella Swan, aunque nadie me reconoce por mi nombre, sino más bien por la ser hija del jefe de los “Swan” y por ser la encargada de hacer pagar a aquellas personas que le habían pedido favores a mi padre. Mi vida era bastante arriesgada, pero me había ganado la confianza de mis padres para poder ser la futura líder de nuestro clan que ya tenía muchas generaciones. Me encantaba el trabajo y además lo hacía bien ¿Qué podía salir mal?....nada, nada a menos que nuestra familia no fuera la única mafia en esta ¡maldita ciudad que era tan pequeña! Me las tenía que arreglar contra los “Cullen”, liderado por Carlisle Cullen, pero al igual que mi padre también tenía un encargado que fuera leal a él, sin temer que lo traicionara en cualquier momento…su hijo, Edward Cullen, un maldito hijo de puta que me estaba haciendo la vida imposible. En dos meses me había arrebatado a dos de nuestros asociados. Eso no me hacia feliz y si yo no estaba feliz, nadie lo iba a estar. Menos cuando tenía que verle la cara al maldito de Edward en la Universidad. Con veintitrés años y siendo la hija de uno de los más grandes mafiosos de Verona ¿Qué demonios hago en una maldita universidad perdiendo el tiempo? ¡Menos cuando el maldito Cullen estaba en mis clases! Espero que economía me ayude a manejar más adelante los negocios de mi padre, porque este sacrificio estaba por quebrar mi paciencia y no tenia escapatoria, todos estaban a favor de que estuviera ahí.

Salí por las puertas de la universidad con mis dos guardaespaldas que me seguían a todos lados menos cuando entraba  a clases, reglas que establecieron los profesores. Edward tenia igual dos, tan grandes y peligrosos como los míos, no teníamos nada que envidiarnos, excepto esos dos asociados que me arrebato delante de nuestras narices.
—¡Bella! –tense mi mordida al escucharlo. Odiaba que alguien me llamara de esa forma, más cuando era él quien me nombraba. Me gire y no le respondí nada, solo lo mire. Jacob junto con Sam, llevaron una de sus manos hacia el interior de su saco negro tomando sus armas por si esto no salía bien. Lo mismo hicieron Jasper y Emmett, llevaban años junto a Edward, exactamente como mis guardias había estado junto a mi —¿Cómo te ha ido este último tiempo? –esa sonrisa burlona más su desordenado cabello hacia que deseara sacarle sus asquerosos ojos verdes que demostraban lo arrogante que era y manchar con sangre su piel tan blanca que parecía que tuviera anemia, estúpido. Enarque una ceja sin decir nada, él no era digno de que me dirigiera hacia él –disculpé su majestad –dijo haciendo una reverencia que pareció más un insulto –veo que su humor no tiene que ser del mejor en este día ¿es que están yendo un poco mal los negocios? ¿Papi ya no podrá comprarle sus lindos vestidos? ¿Ni sus joyas tan caras? –sonreí. Pase mis manos por mi hermoso vestido blanco que se amarraba detrás de mi cuello y llegando hasta arriba de mi rodilla.
—Edward Cullen, creo que estas un tanto perdido –levante el mentón mirándolo con suficiencia –creo que es a ti a quien papi –dije irónicamente –no le podrá comprar sus putas para que alguien le habrá las piernas ¿no? – En mi defensa, por este vocabulario, he de decir que no soy siempre así, pero Edward hace que mi sangre hierva de rabia. Él me sonrió y dio unos pasos hacia mí, todo el mundo se tenso de inmediato.
—Puede ser, me sales un tanto cara –curve mis labios en una sonrisa.
—Quizás en tus sueños Cullen, yo miro a hombres de verdad, no a niños que se mojan en la cama –esa información había llegado casi por arte de magia cuando tenía diez años y su mejor amigo quiso invitarme a comer un helado, para eso tuvo que revelarme información de mi enemigo mortal. Levante mi mano derecha, separando solo unos centímetros mi dedo índice de pulgar —¡Vamos! –me gire y me fui al auto negro que me estaba esperando, dejando sin respuesta a Edward, un muy enojado Edward.
Entre al auto y tome mi traje que estaba esperando por mí.
—Miren hacia delante si no quieren que les vuele la cabeza –les advertí a mis guardias cuando comencé a sacarme el vestido. Me cambie por unos pantalones de tela negros, una camisa blanca sin corbata, deje mis armas a mis costados y luego me puse el blazer. Me hice un moño y tire el vestido blanco hacia atrás –vamos a la zona alta chicos, hay un diputado que me tiene que escuchar.

Luego de un par de horas salimos de la casa de nuestro objetivo y dejamos el cuerpo con un balazo en la cabeza. Sonreí al darme cuenta que esto solo haría que los demás me respetaran, no porque fuera mujer iba a ser una tierna flor comprensiva que iba a entender que los demás no podían devolver el dinero que mi padre les había prestado, claro con un “leve” interés como comisión para nosotros.
—No quiero problemas –le dije a los dos chicos que recién estaban comenzando en esto –así que encárguense de él.
Me fui de nuevo a mi auto y seguimos con la ronda que hacíamos dos veces a la semana donde teníamos que encargarnos que nuestros “amigos” devolvieran los favores que habíamos hecho por ellos. Esta era la mejor parte de mi trabajo, pero como todo lo bueno se tiene que acabar, las horas se pasaron más rápido de lo esperado y la noche cayo. Una de las limitaciones que mis padres habían establecido era que no podía circular de noche por la ciudad, lo cual era estúpido. Verona era tan peligrosa de día como de noche.
—Haremos una última parada –dije cuando me acorde de Edward y como me robo a dos asociados, aquello no me había dejado nada bien delante de mi padre, tuve que escuchar un sermón de más de dos horas y luego tuve que ir a misa para pedirle a Dios que me guiara en los negocios…excelente ¿no? Dudo que Dios me ayude en estos problemas.
—No podemos –dijo Jacob. Fruncí el ceño.
—Cuando me informen que eres el encargado de esto tomare tu opinión en cuenta…ahora solo mueve el auto hacia la empresa de carne.
—Pero…esa es zona de los Cullen ahora.
—¡Ya he dicho, Black! –note como el tenso su mordida y no pudo hacer nada más que seguir conduciendo, la que mandaba aquí era yo.
Durante el camino me entretuve mirando la bala que faltaba a mi arma, con la cual había asesinado a aquel diputado que se había negado a devolver el dinero y sonreí. Me iba a ir al infierno por llevar esta vida o puede ser que tenga algún karma el que me hará pagar mis pecados o mejor aun…quizás cuando reencarne sea una piedra para poder aprender de mis pecados o algo parecido, como sea, iba a pagar por esto, pero nadie jugaba con un Swan, nadie.
Llegamos a empresa Vulturi y bajamos del auto, sonreí al ver el rostro de miedo de la recepcionista de la empresa. Este lugar estaba conformado por dos edificios, uno donde estaban las oficinas donde trabajaba el dueño de esta empresa y más atrás estaba la fábrica donde tenían animales que mataban y faenaban.
—Srta. Swan –le sonreí dulcemente ante su palidez espontanea al vernos.
—Buenas noches, veo que el auto de el Sr. Vulturi sigue aquí ¿podríamos hablar con él un momento? –ella asintió nerviosa y marco en el comunicador un número, avisando nuestra llegada. Segundo después íbamos camino a la oficina de nuestro amigo. El viejo se encontraba de pie esperándonos, con un rostro tan o más blanco que su secretaria.
—Sr. Vulturi…¿Cómo ha estado usted? –me acerque y le di un beso en la mejilla.
—Sobreviviendo ¿y usted? –hice una mueca de desagrado.
—No lo sé, pero usted podría revelar mi estado de ánimo ¿no? ¿Cómo se sentiría si uno de los suyos lo traiciona con su peor enemigo? –el trago saliva nerviosa. Mire hacia atrás y le sonreí a mis guardias —¿Cómo se sentirían ustedes, chicos? –ambos tenían su ceño fruncido.
—Pésimo –dijo Sam.
—La traición se paga, sin duda alguna –aporto Jacob.
—¿Y usted, Sr. Vulturi? –su respiración se había acelerado porque su pecho bajaba y subía ante el miedo.
—Yo pague mis deudas con los Swan –estire mi mano mirando mis uñas.
—Lo tengo claro y ahora has hecho negocios con los Cullen ¿no?
—Tienen intereses más bajos…solo por eso, sigo teniendo una gran estima por ustedes… —sonreí.
—Cierto, pero creo que los negocios no siguen la estima ¿no? –el me quedo mirando aterrado —¿Cuánto más bajo? –pregunte por el interés monetario de los Cullen.
—Solo cobran un 23% —lo mire sorprendida.
—¿Un 23%? –el asintió –bueno, sin duda es un oferta tentadora siendo que nosotros cobramos un 30… —de verdad deseaba tener de nuevo a este viejo, no solo por las ganancias, sino por arrebatárselo a Edward y porque Aro era un viejo cliente que la familia quería mucho –muy bien, creo que tenemos un trato –el viejo frunció el ceño.
—¿De qué habla?
—Un 20…
—Señorita –me llamo Jacob, pero solo lo mire para que se quedara callado.
—Pero esto no lo vincula con mi padre, sino que conmigo –sentí como todos se sorprendieron al escucharme.
—No puedo hacerlo, ya hice el trato con el Sr. Edward.
—Ese hombre de señor no tiene nada, así que no gaste saliva…además también tenía un trato conmigo ¿no? Y lo ha destrozado como se le ha dado la gana…eso no me hace muy feliz.
—N—no puedo… —lleve mi mano a mi blazer y saque mi arma.
—Por lo sé usted tiene nietos ¿no? Uno de diecisiete años, ojos azules, cabello oscuro, alto…realmente muy guapo.
—No se acerque a mis nietos –dijo valientemente.
—¡No me diga lo que debo o no hacer, anciano! –avance unos pasos hacia él. Esperaba que el Sr. Vulturi aceptara porque la estima que tenía el conmigo, también la tenía yo con él.
—Isabella –dijo él esperando por que fuera compasiva.
—¡Jacob, Sam esperen afuera! Yo y este señor debemos hablar seriamente –dije enojada. Mire a mis guardias y se quedaron mirando incómodos, pero solo una mirada más y se fueron de la oficina –usted –dije acercándome con el arma –no me puede llamar Isabella cuando se le frunza.
—Dios, te has vuelto en una mujer frívola –rodee los ojos y me senté en uno de los sofás que estaban delante del escritorio. El Sr. Vulturi llamado Aro, quien tenía más de sesenta años  y me conocía desde que estaba en pañales. Por eso fue un problema  que hiciera negocios con los Cullen, mi padre lo apreciaba. Él se sentó detrás del escritorio.
—Debes volver con nosotros, sé que los intereses son complicados pero  ahora lo baje y yo estoy haciendo negocios contigo, no mi padre, pero estas dentro de los Cullen…di que si –guarde mi arma y lo mire pidiendo que se cambiara.
—¿Por qué estás haciendo todo esto? Mira en quien te has convertido –tense mi mordida. Odiaba recordar el motivo del porque me metí en todo esto.
—A los 17 jure que haría caer a los Cullen y tu traición no me está ayudando a llegar a mi meta…
—No puedo cambiarme Isabella, sabes que los Cullen están ahora tras mis pasos –rodee los ojos.
—¿Es que ya te has gastado el dinero? –él asintió.
—Queremos expandir la empresa a otro país más…
—Puedes devolverles con mi dinero ¡por que te cambiaste con Edward! ¡Es un maldito!…
—Dios santo –dijo el negando –ustedes dos ya deberían terminar con ese odio…son el futuro y podría ser mucho más pacifico si no estuvieran enemistados.
—¿Crees que estos son grupos de caza o de tomar té que están luchando? ¡es la mafia! –el me quedo mirando unos segundos sin decir nada, los cuales parecieron eternos.
—Con una condición –me puse de pie emocionada al ver que estaba aceptando.
—¿Qué?
—Vuelve a ser la que eras pequeña, no sigas en este trabajo, estudia, vete de Verona, cásate, ten hijos y se feliz sin temer que un día maten a los tuyos… —bufe –Isabella…Bella…
—No me llames así, te dije que no me vuelvas a llamar así desde hace muchos años…
—Vuelve a ser la de antes…solo así me cambiare, si me lo prometes –bufe sentándome de nuevo –muy bien, entonces los Cullen me seguirán teniendo…
—El próximo año –el frunció el ceño –me largo el otro año…
—Ahí voy a estar muerto –era una posibilidad como también era que papá me mandara a Italia a expandir nuestro territorio.
—Prometo largarme de aquí el próximo año, solo acepta mi trato…sales ganando –el me sonrió.
—Supongo que esto es entre los dos, nadie más.
—Si te refieres a que mi padre sepa que baje el interés y que estoy metiendo mi dinero, si, esto es solo entre los dos –asintió pensativamente.
—No vuelvas a nombrar a mis nietos, pequeña, porque esto no podría terminar bien.
—Lo sé, lo siento, pero para los dos orangutanes que están afuera…tengo que ser una perra.
—Isabella –dijo reprobatoriamente al escucharme.
—Muy bien, Aro, entonces un trato, debes darle la noticia a Edward –el sonrió.
—Esto me podría meter en problemas…
—No, los Cullen se caracterizan por ser unos blandos, así que no te preocupes –me puse de pie y estire mi mano hacia el —¿trato hecho? –Aro se puso de pie.
—Trato Hecho, Srta. Swan –tomo mi mano y la beso como era debido cuando se cerraba un trato con los Swan.
—Nos vemos Aro –el asintió y tome mi arma para aparentar que había hablando seriamente con él.

La puerta se abrió de golpe y mis guardias me esperaban sentados en el sofá, tranquilamente. Rodee los ojos, estos dos solos eran dos cachorros perdidos.
—Vámonos –salimos de las empresas Vulturi y nos fuimos al auto –ahora vamos a casa, que estoy realmente cansada –me apoye en el respaldo del auto y nos fuimos, donde podría descansar y estar segura, por unas horas.
Entramos por los jardines hacia la mansión, la cual era de color blanco con unos pilares gigantes rodeados por enredaderas, todo siendo iluminado incluso la gran pileta que estaba en el jardín. Me volví a cambiar de ropa a mi vestido blanco porque a mi madre no le agradaba que usara los trajes que usualmente usaba cuando trataba con nuestros “negocios”. Baje y me despedí de mis guardias deseándoles unas buenas noches. Entre a casa y mi padre venia a recibirme con su característica bata color carmesí y su pipa.
—¡Me pequeña, Isabella! –dijo caminando hacia mí con sus brazos abiertos. Mi madre estaba en la escalera —¡Mira Renee lo hermosa que se ve! –me dio una abrazo el cual respondí gustosa. Le di un beso en la mejilla y luego me acerque hacia mi madre.
—¿Todo bien? –su tono preocupado siempre iba con ella cuando yo regresaba a casa.
—Muy bien, no te asustes –le di un beso en su mejilla y ella después acaricio la mía.
—Imposible no asustarme cariño, si estás involucrada… —miro a mi padre —¡en toda esta basura! –rodee los ojos. Italianos, éramos un tanto efusivos cuando estábamos felices, pues mas cuando estábamos enojados.
—Ya basta, vengo recién llegando… —ella me sonrió.
—Ve a darte un baño, Leah llevara tu comida a la habitación, descansa de este largo día…
—¡Alto! –dijo con tono alegre mi padre —¿alguna buena noticia que me traigas, cielo? Luego de tu gran derrota contra los Cullen –que él me dijera eso ahora no iba con un tono de molestia, cuando se entero al principio se quiso morir, pero ahora lo utilizaba para burlarse de mí fracaso.
—Vulturi volvió con nosotros –dije orgullosa. La sonrisa de mi padre se borro y me miro sorprendido –buenas noches, estoy muy cansada –le di otro beso a mi madre y subí a mi habitación.
Me saque el vestido por segunda vez y me metí directo a la bañera que me esperaba lista, como todas las noches. Era realmente una necesidad darme un baño de tina luego de estos días, donde terminaba con mis manos manchadas de sangre. Cerré mis ojos disfrutando de la tibia agua con las burbujas y a mi mente vino Aro Vulturi “¿Por qué estás haciendo todo esto? Mira en quien te has convertido” Sin poder evitarlo volvieron a mi mente aquellos recuerdos.

—¿Qué estamos haciendo? –lo empuje antes que alguien nos encontrara, pero el siguió caminando hasta hacer que quedara contra la mesa del profesor.
—Nada malo, nuestros padres se odian, no tenemos porque hacerlo también nosotros –mire hacia un lado tratando de escapar de esos ojos verdes que hacían perder mi cabeza.
—No Edward, me mataran si alguien nos ve juntos y le llega con el rumor a mi papá –estábamos en la sala del Lenguaje, la que ahora odiaba porque aquí nadie nos encontraría, solo mis guardias sabían sobre mi actual ubicación, sin embargo, no estaban enterados sobre mi especial compañero. No sé qué demonios tenía en la cabeza mi padre como para meterme en este colegio, aunque era el único con una calidad excelente y una Swan no sería menos que un Cullen –Basta –dije cuando sentí las manos de Edward subiendo mi falda, pero mi piel comenzó a arder ante su tacto y sumando a los besos que comenzó a darme en el cuello, solo lograron que mi control se fuera desvaneciendo de a poco.
—Dime ¿es que acaso tú no quieres? –lo empuje tratando de buscar aire. Dios santo, Edward había cambiado tanto durante estos años, ahora ambos con diecisiete  y podía decir con toda seguridad que él era el chico más guapo de toda esta maldita ciudad.
—No puedo, es traición Edward…
—¡Tracción! –Dijo riendo – ¿basado en qué? Dime si el odio que sienten es justificado… ¿Quién se le ocurrió tener un grupo de mafia?...¿acaso importa las ideas de nuestros antepasados? ¡Dios, Bella, están muertos! Pensé que eras más inteligente….no tenemos porque seguir como si fuéramos los protagonistas de una novela trágica… —él tenia razón, era estúpido, había muerto muchas personas por eso y dinero pero…aun así no podía –vamos, sé que me deseas ¿cierto? –trague saliva. Claro que lo deseaba, ese gusto a prohibido en sus labios era algo que hacía perder a mi cabeza….y lo peor es que no era solo pasión lo que sentía.
—Edward –mordí mi labio inferior al sentir como sus manos me tomaban de la cintura y me sentaba sobre el escritorio del profesor –nos van a expulsar si nos encuentran.
—¿Y qué? Solo nos quedan meses en este colegio… —lo mire indecisa y  él no ayudo a que mi cabeza pensara fríamente cuando separo mis piernas con delicadeza y se gano entre ellas. Cerré los ojos cuando sus manos subían por mis muslos hasta que alcanzaron mis bragas blancas de algodón —¿sí?
—Ya tienes tus manos en mi ropa interior ¿Qué crees? –él me sonrió y plato sus labios sobre los míos de una forma posesiva, invadiendo mi boca con su lengua, la que se encontró con la mía en un danza de dominación. Ambos éramos fuertes. Lleve mis manos a su pantalón el cual desabotone y lleve mi mano hacia su punto más débil, pero él fue más rápido. Sentí su mano jugaba con mi centro por sobre la tela de mi ropa interior. Rodee su cadera con mis piernas y enrede mis dedos en su cabello, acercándolo a mí. Aun asi no aleje mi otra mano de su miembro y comencé a acariciarlo por toda su longitud. Me sentí realmente recompensada cuando los dedos de Edward se movían en circulo contra mi clítoris, sacando gemidos de mi boca los cuales el callaba con besos. Mis suspiro solos parecían animarlo más porque sus movimientos se hicieron mas rápidos, hasta el punto que estaba muy sonrojada y moviendo mis caderas hacia su mano.
—Edward…aah… —me queje sin poder controlarlo –me encantas…
—Y tu a mí, mi Bella… —sus palabras y siguientes gruñidos ante mis movimiento alrededor de su pene solo me animaron a moverme más rápido al igual como lo hacia él conmigo. Nos quedamos mirando sin decir nada por unos segundos, hasta que fuimos invadidos por aquella sensación de placer máximo y silenciamos nuestros gritos entre besos.
—Te amo… —susurro en mi oído haciendo que mi corazón saltara. Rodee mis piernas en su cadera y sonreí.
—Yo igual te amo…y desde ahora no me importa lo que diga mi familia… —el se acercó y unió nuestros labios de una forma realmente….fuera de este planeta, pero….no todo podía seguir saliendo a la perfección.
—¡Isabella! –quede helada al escuchar esa voz. Era Jacob, dos años mayor que yo que había sido asignado a ser mi guardaespaldas hace ya dos años atrás. Se acerco a mi cuando nos separamos con cuidado, mirándonos en cada segundo. Jacob me llevo del brazo hacia fuera, lejos de Edward, se encargo de eso durante el tiempo que Edward me olvido.

Solo eso basto para que ninguno de los dos se volviera acercar al otro, sin embargo eso no fue lo que provoco mi odio hacia él. Una semana después de aquel suceso, Jacob me dijo que Edward estaba con una chica de nuestra generación pero de otro curso, follando detrás del gimnasio, palabras exactas de Jacob. Di un golpe en el agua. Nadie volvería a jugar conmigo de esa forma. Dos meses después ya llevaba un tiempo con mi novio de esa época y termine perdiendo mi virginidad con él, así de simple, semanas después termine con él porque no me gusto como lo hacía, además aun no estaba preparada porque me imagine que era Edward en todo momento.
—¿Srta. Isabella? –me gire al escuchar la voz de Leah. Ella era nuestra empleada hace ya varios años, tenía alrededor de veintisiete años, era la hija de la empleada que estuvo conmigo cuando era pequeña.
—Leah –ella se sentó, estaba aun vestida con su uniforme negro con blanco.
—He dejado su comida en la cama –asentí cansada. Me gire hacia ella, aun en la tina, quedando de panza sobre esta, siendo cubierta por las burbujas.
—¿Cómo ha estado tu día? –ella hizo una mueca.
—No hay mucho que contar cuando estar arreglando una casa todo el santo día…¿y usted? –bufe.
—Lo típico… —me miro incomoda.
—¿Alguna victima? –asentí. No hablamos mas sobre ese tema —¿y en la Universidad? ¿Cómo le ha ido?
—¡Horrible! –me puse de pie y Leah me envolvió en una toalla gigante de color blanco.
—¿Qué ha sucedido? –fui hacia mi cama y tome mi pijama que estaba sobre esta. Era de color rosa y realmente era una camiseta con unos pantalones cortos.
—Vi al infeliz de Edward –los ojos de Leah se abrieron sorprendida.
—¿Ha hablado con él?
—Sí, se acerco a refregarme en la cara lo que había pasado con Aro Vulturi… —ella sonrió —¿Por qué te burlas?
—No, no lo he hecho…solo que me gusta verla hablar del chico Cullen, la hace enojar tanto –rodee los ojos y me senté en la cama para poder comer algo.
—Bueno, es realmente desesperante, gracias al cielo solo nos quedan meses y cada uno se va por lo suyo, ya quiero terminar esta universidad.
—Ya no le queda nada –tome un poco de jugo –aunque si sigue en este trabajo, vera al chico de por vida –comí solo un poco pensando en lo que ella me había dicho, era cierto y no me agradaba ni un poco la idea, hasta el límite de quitarme el apetito.
—Ya no quiero más, gracias Leah, estoy muerta de cansancio así que agradecería si me dejaras a solas –ella asintió y tomo mi bandeja.
—Que descanse –tomo la bandeja de plata y se fue. Lave mis dientes y me fui como un zombie a la cama, quedando casi inconsciente solo con tocar la superficie de esta.

Abrí mis ojos perezosamente cuando sentí algo extraño en mi pierna para después sentir un peso sobre mi cama. Entrecerré los ojos mirando a mis lados, mientras llevaba mi mano a la almohada donde tenía mi arma, pero antes de poder alcanzarla, sentí como me tomaban de los pies quedando recostada de nuevo y con alguien sobre mi cuerpo, era un hombre, quien cubrió de inmediato mi boca. Rodee los ojos, no era necesario gritar si sabía muy bien quién era el único que podía meterse a mi habitación si ser descubierto por los guardias en el patio.
—¿Me has extrañado? –hice mis manos un puño y no deje que estuviera sobre mi ni un segundo más. Moví mis piernas de tal forma que tome el impulso necesario para quedar sobre Edward, tomar el arma y tener tiempo de prender la lámpara y verle la cara. Me sorprendió al ver que me estaba apuntado con su revólver –veo que te gusta estar arriba.
—Dame una razón para que no llame a alguien para que te mate…ahora mismo –me separe de él sin dejar de apuntarlo y me puse de pie al lado de la cama. Edward dejo su arma al lado sin ningún problema sobre su seguridad y me quedo mirando.
—Esta cama es cómoda, pudimos sacarle provecho tiempo atrás –baje el brazo con el arma –lástima que en ese tiempo no era tan astuto como ahora…
—Tan astuto como un topo –dije irónicamente —muy bien…explicaciones Edward…
—Supongo que has podido practicar bastante en este lugar ¿no? –fruncí el ceño ¿Qué demonios le sucedía a este hombre?
—Con quien yo practique en mi cama es problema mío, ahora habla… —tenía ganas de vomitar por verlo, realmente deseaba golpear cada centímetro de su cuerpo para desquitarme por todo. Tonta Bella.
—Has ido a donde Vulturi y me lo has robado, una lástima que ahora el no te pueda decir cómo fue su último respiro.
—No, Edward –mi voz salió como un susurro.
—Ten cuidado con lo que haces, no me gusta que jueguen conmigo Bella –fruncí el ceño sin poder creer que Aro estaba muerto…y por mi culpa, él era mi amigo.
—Hijo de… —tire el arma y me fui en contra de él, pero Edward me apunto con el arma y se puso de pie provocando que me detuviera de inmediato.
—Recuerdo muy bien como golpeas, así que no pienses que te permitiré que lo hagas de nuevo –se acerco a mi apuntando a mi pecho, mirándome de arriba hacia abajo. Retrocedí hasta chocar con la pared. Trague el nudo que se formo en mi garganta al pensar en Aro –si mal no recuerdo –paso la punta de la pistola por mi cuello –fue cuando me viste en el primer año de Universidad ¿no? –si, así era, me acerque y le di un golpe en su mandíbula porque debía hacerlo, ya no soportaba todo el rencor que tenía por culpa de este bastardo.
—Vete de aquí –le mantuve la mirada evitando ser humillada por él.
—¿Quién ha dicho que he terminado contigo? –comenzó a bajar la pistola hasta el comienzo de mis pechos.
—Basta Edward, no te atrevas –lleve con cuidado mi mano hacia la mesa que estaba a mi lado. Edward por un momento se quedo concentrado mirando solo en mis ojos, pero luego comenzó a bajar el revolver mas cerca de mis pechos, bajando con ello mi camiseta. Tuve que utilizar toda mi fuerza de voluntad para tranquilizarte y ser más sagaz que él, quien estaba concentrado en el arma. Con astucia tome un nuevo revolver que estaba detrás de la mesa y apunta hacia su abdomen.
—Estamos a mano ¿no? Ahora retrocede lentamente, deja el arma en el piso y sal de aquí…
—¿Crees que porque tienes un arma apuntándome seguiré tus ordenes? Si no lo has notado estoy apuntando a tu corazón –tense mi mordida y lo empuje sin importarme que estuviera a punto de morir si él se lo proponía.
—¡Basta, Edward! Vete ahora mismo, si querías decirme lo que hiciste con Aro pudiste esperar hasta mañana, no llegar a mi habitación como si estuvieras invitado.
—Antes lo estaba…
—¡Antes! no vuelvas a hablar de eso…has sido el peor error de mi vida.
—El sentimiento es mutuo…no soy del que le gustan las fáciles  —lo mire sorprendida. Esto era nuevo.
—No sé de lo que estás hablando y no eres el más adecuado para habla de ese tema…—lo volví a empujar hacia la ventana, la cual estaba abierta. No me importaría lanzarlo desde aquí, saldría victoriosa. Edward de verdad se veía más molesto que lo normal, frunciendo tanto sus labios como cejas.
—No fui yo quien solo estuvo mintiendo para luego terminar acostándose con un tipo luego de dos meses –fruncí el ceño ¿Cómo sabia eso?
Comencé llevarlo hasta la ventana sin que él se diera cuenta a donde iba
—¡Ja!..Que descaro tienes, ni siquiera preguntare como sabes eso…pero no fui yo quien se follo a una compañera detrás del gimnasio a la semana que nos encontrara Jacob…él te vio y me lo dijo —Edward miro hacia atrás y se dio cuenta donde se encontraba. Deje el arma en un mueble cerca y lo mire –Adiós, Edward Cullen… —lleve una de mis manos hacia su pecho y lo empuje hacia la ventana, donde caería hasta romperse el cráneo, pero la tonta Bella tenía que aparecer de nuevo —¿Por qué no disparas? –Tenía su arma en la mano y ahora me estaba apoyando en la pared sujetando a Edward por su camiseta para que no cayera, él mantenía su peso en los pies y manos que seguían en el interior de la casa —¿Por qué demonios no disparas? –mi corazón estaba latiendo desbocado al ver los ojos de Edward.
—¿Por qué no me sueltas y me dejas caer? –ambos estábamos seguros de que ninguno iba a ceder como tampoco ninguno iba a asesinar al otro. Fueron eternos segundos que estuve sosteniendo a Edward con su ayuda, ya que sus manos se sujetaban de la pared y parte de la ventana. Sus ojos no me dejaban tranquila en ningún momento.
—Te odio.
—Te odio –Edward se impulso con las manos y yo lo atraje hacia adentro de la casa, evitando que cayera. Escuche como cayó su arma al suelo y me empujo hasta quedar acorralada contra la puerta que daba a mi armario. Edward rodeo mi rostro con sus manos, acabando con todo rastro de conciencia que queda en mí mente. Me aferre a su camiseta, haciendo mis manos un puño. Ambos nos quedamos mirando sin decir nada, con nuestras respiraciones descontroladas, demonios, ninguno daba el primer paso hasta que sentí como su lengua se movía con fuerza contra la mía. De inmediato mis manos se enredaron en su cabello para acercarlo más, su cuerpo me atrapo con mas violencia contra la pared dejándome sin escapatoria. Tuve menos posibilidades de librarme de él cuando sus manos se fueron directo a mi trasero y me empujo hacia su cadera levantándome unos centímetros del suelo, ambos gemimos ante tal contacto. Aquello me hizo despertar del ensueño donde me encontraba por culpa de mi enemigo
—¡No! –lo empuje para dirigirme hacia la puerta, pero Edward me tomo con fuerza del brazo y me atrapo entre su cuerpo y la madera de una forma violenta que provoco un poco de dolor en mi espalda.
—No volverás a dejarme así como así –se acercó aún más como si eso fuera posible y me volvió a besar mientras su mano iba directa a mis pantalones cortos, colándose con una rapidez y confianza que me sorprendió hasta llegar a aquel botón tan sensible que hacía que mi cuerpo se volviera envuelto por lava caliente. Ahogue un grito ante su atrevimiento y apoye mi cabeza contra su pecho sin poder controlar mi cadera que se movía contra su mano que estaba haciendo maravillas conmigo.
—Edward… —mire hacia un lado, verdaderamente avergonzada, sintiéndome como si fuera la misma que estaba en el salón de nuestro colegio hace unos años atrás.
—Esto lo he deseado por mucho tiempo –mordí mi labio inferior nuevamente reprimiendo un gemido cuando Edward atrapo mi oreja y la mordió suavemente, estaba provocando que todas mis fuerzas se fueran por completo.
—Está mal… —suspire aun escondiéndome contra su pecho –tu eres…mi…enemigo…
—Cállate Bella, deja eso… —tense mi mordida cuando sentí como su dedo se movía con más fuerza en forma circular.
—Dios… —Esto se volvió en un Deja Vu por las sensaciones que me abordaban, era exactamente como  años atrás sucedió con Edward, cuando tonta Bella salía a luz del día todo el tiempo. Solo ese pensamiento me hizo ver quién era yo ahora, no era la misma. Ahora había asesinado, amenazado, torturado y otras cosas que no quería recordar en este momento. Con ese pensamiento volví a ser Isabella que odiaba a Edward Cullen. Lo empuje hasta que llegamos a la cama y quedo recostado –maldito hijo de puta, ni pienses que estarás sobre mí, si hacemos esto lo haremos a mi manera –me senté sobre él y comencé a sacar su camiseta gris con su ayuda –ni creas que esto cambia algo –sus manos se fueron a mí camiseta y la levantaron sin dificultad, provocando que cientos de mariposas pasaran por mi estomago al estar prácticamente desnuda ante él.
—Ni siquiera paso por mi mente que algo cambiara, no conociendo a esta Isabella –su vista estaba fija en mis pechos que quedaron al desnudo solo al instante de arrancar la parte superior de mi pijama. Se sentó de inmediato, levantándome en su movimiento y dejándome a horcadas sentada sobre él. Nuevamente mis manos fueron a su cabello para acercarlo a más a mi pecho. Sentía como su lengua atrapando aquella aureola y tirando levemente con sus dientes la cúspide de ésta, mojando aquella zona mientras su otra mano le daba atención a aquel botón en mi otro pecho que estaba haciendo que perdiera la cordura.
—Edward… —ambos gemimos al momento que me removí sobre él. Sentí como su erección que aun estaba cubierta por su pantalón,  aquel bulto chocaba contra mi centro. Lo mire un tanto sorprendida, él me sonrió curvando sus labios. Segundo después estaba sacado sus pantalones y me quede sorprendida al verlo desnudo. Debía decir que en este momento volvió toda la timidez por mi parte, jamás había visto a Edward desnudo, solo su torso…y era cuando solo éramos unos adolescentes, pero nunca habíamos llegado a este nivel.
—Mi turno… —hizo que me recostara para eliminarse de la última prenda que nos separaba. Mi espalda se arqueo cuando me tomo de las rodillas y me acerco a él para después seguir besando entre mis pechos para luego seguir bajando por mi abdomen. Mi respiración se descontrolo al darme cuenta hacia donde iba. Separo mis piernas con suavidad y luego grite cuando sentí su lengua jugar con mi clítoris. Dios, Edward me quería asesinar.
—Edward…por favor…más… —no me pude resistir y no seguí con mi idea de quedar arriba…de verdad quería que en este momento Edward de mis enemigos Cullen, se rindiera y me venerara como una Diosa, si…esa idea era mejor que llevar el control, aprovecharía este momento al máximo porque no se volvería a repetir. Edward sujeto mis caderas que se movían sin parar casi al ritmo de mi respiración y corazón, pero el infeliz se detuvo y se acerco mirando mientras yo seguía en estado de shock por lo que había hecho –una pregunta… —fruncí el ceño, realmente molesta —¿te has acostado con Jacob Black? –me quede helada al escucharlo ¿Qué demonios le pasaba?
—¿A qué viene eso? ¿Por qué te detienes? ¿Estás jugando? –él sonrió.
—Solo responde –iba a escapar de la cama y salir, pero Edward me tomo de las manos y evito que me moviera dejándolas sobre mi cabeza, trate de moverlas pero su fuerza fue mayor que la mía esta vez.
—Claro que no, idiota ¡Es mi guardia! ¿Cómo se te ocurre que me acostaría con él? Dios…eres un mata pasiones, suéltame –trate de moverme, pero lo evito.
—Yo no me folle a nadie detrás de un gimnasio por eso te pregunto ¡porque te mintieron! –presiono con más fuerza mis muñecas causando que el dolor llegara a mis terminaciones nerviosas.
—¿Qué?
—Por eso te pregunto, quería saber si el perro de Jacob había obtenido lo que quería…quizás no era eso pero sin duda te mintió para ganar algo… —quedo mirando mis labios y se acerco con cuidado hasta alcanzar mi cuello y morderlo. Comencé a tratar de pensar en lo que estaba diciendo.
—Imposible…él… —me removí bajo el cuerpo de Edward, mas cuando sentí que se acomodaba mejor entre mis piernas –el no haría eso…Edward… —suspire sin poder controlarlo cuando sentí su erección en mi entrada, moviéndose de arriba hacia abajo, jugando conmigo.
—Si lo hizo…te digo que no me acosté con nadie…en ese tiempo por lo menos –se ubico entre mis piernas donde pude sentir su erección entrando solo un poco para luego salir. Levante un poco mis caderas hacia él, pero era inútil, el tenia todo el control.
—Eso ya no importa –dije mirándolo para que de una vez por todas entrara en mi cuerpo.
—¿No? –negué, lo que hizo que Edward frunciera el ceño, me quedara mirando unos segundos sin decir nada para que luego sin previo aviso entrara a mi cuerpo de una sola embestida. No pude evitar el grito que salió de mi boca, de lo más profundo de mí ser. Edward era de verdad grande, lo podía sentir por completo. Ambos nos quedamos en silencio con los ojos cerrados disfrutando del momento, pero segundos después tuve que rodear su cadera con mis piernas para que se comenzara a mover, él entendió de inmediato porque sus embestidas comenzaron a aumentar, de a poco la cama se empezó a mover a nuestro ritmo. Mis manos fueron liberadas del agarre de Edward, pero no hice mas que entrelazar mis dedos con los suyos, él dejaba un tanto de su peso sobre ellas realmente no me importaba, solo estaba concentrada en como él era capaz de prender mi cuerpo de esta forma. Nunca había sentido como cada célula  de mi cuerpo respondía ante la piel de Edward, ante sus movimientos y miradas. Mordí mi labio en cada segundo para que no se escucharan mis gemidos, pero luego se hizo inevitable. Escuchar los gruñidos de Edward al entrar en mí, más los golpes de la cama contra la pared solo hicieron que mi propios gemidos no pudieran secretos.
—Edward…así….más…aah...—salió de mis labios más de una vez por culpa de las sensaciones que estaba provocando en mi cuerpo, sin embargo aun seguía concentrada en la mirada de Edward, estaba molesto mientras seguía entrando en mi cuerpo, descargando toda la rabia que sentía por mí. Sentí como aquel familiar torbellino de calor comenzaba a quemar mi piel y a concentrarse en mi vientre. Con esfuerzo moví una mano sacándola del agarre de Edward y la lleve a su cuello para acercarlo y besarlo mientras ambos nos entregábamos al otro de una forma que nunca pensé que fuera posible. Cada uno callo al otro, ante esta maravillosa liberación, besando al otro. Sus labios se siguieron moviendo con suavidad contra los míos, hasta que nuestras energías se agotaron. Acaricie su mejilla, me tenía que regalar este pequeño momento de debilidad por este estúpido Cullen que volvía mi vida en una locura, pero ya era tiempo de parar y verlo por lo que era, mi enemigo.
—Edward… —lo mire y me moví para que saliera de mi interior.
—No…un poco más –sentí ganas de llorar al escucharlo. Nuestras vidas no estaban destinadas a unirse y aun así lo hicieron, provocando que ambos estuviéramos con un corazón destrozado de por vida. Me acerque un poco y le di un último beso. Cerré mis ojos y memorice como era sentir su sabor en mi boca, como los movimientos de sus labios se acompasaban a los míos, como aquella sincronía nos decía que en otro mundo paralelo, hubiéramos sido el uno para el otro.
—Debes irte… —él esquivo mi mirada y realmente me sentí vacía por primera vez luego de tener relaciones con alguien y ver que él se tenía que alejar. Buscó su ropa mientras yo me cubrí bajo las sabanas, se vistió sin rapidez y tomo su arma.
—Esta equivocada… —negué.
—Tú y yo no debemos hacer esto, eres mi enemigo… —negó.
—Ustedes los Swan son tan tercos…si vieras mas allá Bella… —sonreí triste al escucharlo.
—Ya no importamos –hice un mohín –paso demasiado tiempo y muchas cosas en él desde aquella vez que fuimos “nosotros”…no soy la que conociste.
—Eso veo...Isabella… —que me llamara así esta vez, me hizo sentí como si estuviera rodeada de hielo.
—Debes irte –esquive su mirada, todo esto estaba provocando que me volviera a sentir triste y débil, es más, ni siquiera pude controlar las lagrimas. Escuche el golpe de la ventana cuando se cerraba y mire esperando no ver a nadie ahí, pensando que esta sería la última vez que vería a Edward en este contexto, pero no, estaba equivocada.
—Me puedo conformar con esto… —no pude evitar sonreír y más cuando él se sacó su camiseta junto con sus zapatos y se recostó a mi lado – ¿Quién sabe?...quizás puedo volver a recuperar a mi Bella…y dejar de odiarte…
—Eres un bastardo –le di un pequeño golpe en el pecho –pero… ¿estás hablando en serio sobre nosotros?...¿como quieres que funcione si Mataste a Aro?
—Soy el único que puede lograr llegar a tu habitación sin ningún problema y si Aro hubiera sido tan amigo de tu familia como proclamas jamás estaría vinculado con ustedes, lo sabes –sin poder evitarlo por el momento en el que estaba me acerque a Edward y apoye mi cabeza sobre su pecho pesando en lo que había dicho….aprovechando el poco tiempo antes de que él tuviera que irse.
—Dame mi teléfono –dije indicándole mi mesa de noche. El se giro y me lo pasó. Marque el número que necesita en este momento para encargarme de alguien.
—Nombre –dijo fríamente, exactamente como era él. Mire a Edward, suspire nerviosa por lo que iba a hacer.
—Jacob Black –Edward me miro sonriendo notando que había llamado a alguien que se encargara de mi guardia mentiroso. Me separe de él suspirando y notando como me habia vuelto en tonta Bella, en tan pocos minutos. Me baje de la cama seguida de la mirada curiosa de Edward —¿A dónde vas? –fui al mueble donde había dejado el arma, al lado de la ventana y me gire con rapidez hacia él —¿Qué estas haciendo? –su tono cambio de inmediato al verme apuntándole.
—Te dije que ya no era la misma de antes, eres mi enemigo… —antes de que me siguiera mirando o hiciera algún movimiento….presione el gatillo a sangre fría.
Abrí los ojos lentamente y pude ver el cuerpo de Edward Cullen sobre mi cama con un balazo en su frente. Corrí hacia él y tome sus manos mientras las lágrimas caían por mis mejillas, hice marcas en mi cuerpo y luego salí corriendo de mí habitación para hacer parecer esta noche como si hubiera sido víctima de los abusos de Edward. No dudaba de Edward sobre Jacob, pero ya ninguno de los dos importaba, esto era más grande que un simple amor adolescente que se fue apagando de a poco hasta acabar con cada uno de nosotros, convirtiéndonos en verdaderos criminales. Bella ya no existía y el amor que sentía por Edward se fue con ella, esa tonta chica que creía que podrían llegar a ser felices algún día.

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