lunes, 24 de agosto de 2015

Invitación Peligrosa - Capitulo 2


Capítulo 2
“Horas Extras”

Sophia me miró unos segundos, sin decir nada mientras mantenía en alto su tenedor lleno de arroz. Estábamos en la hora de almuerzo.
Me encontraba sentada junto a Sophia y Jennifer desde hace más de media hora, tiempo que aprovechamos para recargar energías y así seguir con nuestro día laboral. Les platiqué lo que me había pasado la noche anterior y lo sucedido en el ascensor con “Ojos Rojos”, su nuevo apodo.
De verdad me había servido hablar con ellas, ahora sentía que no estaba loca.
—Solo te diré una cosa, Ojos Rojos –dijo Jennifer, utilizando ese término para dirigirse a mí ¡que tenía los ojos azules, no esa mirada tétrica de ese hombre! –creo que hablaré con el Sr. Ezequiel, de verdad necesitas unas vacaciones –me siguió mirando preocupada.
—No lo puedo creer –dijo ahora Sophia –pensé que la loca del grupo era yo, pero parece que tendré que luchar por mi trono –ella se carcajeó en mi propia cara con su estúpido y hermoso traje negro de dos  piezas, una falda tubo que la hacía ver más delgada de lo que era.

—Ustedes son imposible ¿saben? les estoy comentando algo que me asustó mucho y no son capaces de responder de una forma agradable –tomé mi bandeja decidida a salir de la cafetería y no seguir escuchando sus bromas.
— ¡Lizzie! –dijeron ambas. Me giré ya malhumorada por su comportamiento.
—Siéntate –dijo Sophia. Hice lo que me pidió, resignada después de ver sus miradas — ¿sabes? creo que deberías tranquilizarte, estamos en marzo, hay estrés, deberías hacerle caso a Jennifer, tómate unos días, no creo que al Sr. Ezequiel le moleste –las quedé mirando sin saber qué hacer, quizás tenían razón y me estaba afectando tanto trabajo, era una época complicada, con la unión de nuevas empresas.
—Hablaré con él, espero que no sea un problema –ellas sonrieron al ver que su consejo había sido escuchado.
—Sabes cómo es tu jefe, un amor –Jennifer tenía razón, pero aun así, jamás había pedido días libres, y menos por algo como esto, llevaba solo tres meses trabajando aquí.

Terminamos de comer y las chicas como siempre se organizaron para que yo pudiera subir por el ascensor, me sentía culpable pero ambas siempre me decían que no tenía de que preocuparme, ya que no era ninguna molestia para ellas ayudarme.
Todas seguimos trabajando hasta las siete de la tarde, como solía ser cada día; Jennifer me llamó alrededor de las cinco diciéndome que había visto al famoso supervisor que tanta conmoción estaba causando, dijo que dejaría a Arthur o a quien fuera por tener una oportunidad con aquel tipo. No pude evitar reír, Jennifer no dejaría a Arthur ni aunque tuviera a Jamie Dornan pidiéndole de rodillas que se casé con ella. Jenn amaba a Arthur, llevaban más de tres años juntos.
Media hora antes de nuestra salida Sophia me llamó para decirme que Jennifer iría a las siete a mi piso para que pudiera bajar en el ascensor, ya que ella se iría antes porque no podía faltar a una cita con Damien; llegar atrasada no era una opción, ambos trabajaban bastante y se veían poco.
Damien era el novio de Sophia, eran tal para cual, él trabajaba en el edificio de enfrente, era contador o algo así…realmente no tenía idea, pero era relacionado con números, en estos años de conocerlo jamás he entendido su trabajo, pero si era un amigo muy cercano, uno de esos que sabes que en las malas estará junto a ti. Lo había conocido el mismo año que a Sophia, cuando tenía 14 años y había entrado a la secundaria de Danville.
Miré el reloj y marcaba las siete en punto, el Sr. Blake se quedó en su oficina todo el día, por lo que no pude hablar con él, así que mi oportunidad era ahora o nunca.  Apagué el computador y dejé todo ordenado.
Iba a tocar la puerta cuando noté que mi tacón estaba sucio, no me podía presentar de esta forma, así que volví a mi escritorio y saqué un pañuelo desechable del cajón y lo limpié con rapidez.
—Lizzie, estamos listos por hoy –me senté de golpe al ver a mi jefe ya con su maletín, listo para retirarse.
Ezequiel Blake, era un empresario de cuarenta años o algo así, conocido internacionalmente y mantenía negocios con muchos empresarios a la vez, dirigiendo y organizando ganancias de otros además de las suyas para que dichas empresas fueran más exitosas aun. Este no era el único edificio que tenía, en Europa había instalado otro a cargo de su hijo, Maximiliano Blake, hacía un par de años, le iba muy bien. Sin embargo, no solo destacaba en mi jefe lo inteligente y bueno que era con los negocios además de tener una personalidad adorable y de ser alguien estricto, sino que también era guapísimo.
Era de un metro noventa, con espalda ancha y siempre de traje; sin duda se ejercitaba porque se mantenía vigente para su edad. Su piel blanca se destacaba aun más con su cabello negro que llevaba siempre correctamente peinado. Era muy atractivo, aunque siempre me causaba cierta extrañeza su mirada oscura.
—Sr. Blake –dije nerviosa, poniéndome de pie –estaba a punto de entrar a su oficina porque necesito hablar con usted —me miró, pensando un segundo y asintió acercándose a mi escritorio.
—Dime lo que sucede Elizabeth –mis manos jugaban nerviosas, él lo notó y me sonrió amablemente.
Él me intimidaba, era agradable, pero aun así, no confiaba por completo en él. Tenía una mirada oscura tan extraña; en resumidas cuentas, no me subiría a un ascensor a solas con él.
—He tenido unos problemas y me preguntaba si… podría tomar unos días administrativos, serian solo dos –él levantó ambas cejas dándose cuenta de lo que estaba pidiendo.
— ¿Está usted bien de salud? –Asentí — ¿Es su familia? –Negué – ¿Ha pasado algo extraño estos últimos días? –Negué nuevamente, sintiéndome estúpida por estar pidiendo unos días libres —entonces está todo bien –lo miré nerviosa, parecía que me iba a dar una negativa como respuesta –Muy bien, puede tomarse los dos días, así recuperará energías, no me sorprende que me pidas esto, has sido un tanto adicta al trabajo. Solo son dos días así que podré sobrevivir, manda a pedir a Mary para que te reemplace ¿sí?
—Muy bien, muchas gracias Sr. Blake.
—No hay de que, nos vemos –dijo sonriendo y caminando hacia el ascensor. Tomé mi bolso para esperar a Jennifer, pero mi jefe antes de que se cerrara la puerta del ascensor puso su mano evitando que esto ocurriera –Lizzie –dijo afligido –olvidé entregarte unos papeles que tienen que estar fotocopiados para mañana, a primera hora ¿podrías hacerlo? Son las nuevas normas sobre cómo manejaremos las empresas este año — ¡rayos!
—No se preocupe –dije con mi mejor sonrisa.
—Están en mi escritorio –asentí.
El Sr. Blake dejó la puerta y el ascensor se cerró.
Tomé el teléfono y marqué a recepción para que le informaran a Mary Ray que viniera a cubrir mi puesto mañana; ella era muy agradable, había tenido la oportunidad de hablar con ella una o dos veces.
Suspiré y dejé mi bolso al lado, claramente no me iría pronto. No como mi jefe que ya debería ir en camino a su penthouse, al lado de su pareja. El Sr. Ezequiel estaba casado hacía ya años por lo que tenía entendido, con una mujer tan guapa y simpática como él. Eran bastante parecidos, con su piel blanca y ojos oscuros; la única diferencia era que ella tenía su cabello rubio, siempre arreglado de forma elegante, al igual que su vestimenta. La había visto un par de veces.
 Rendida entré a la oficina, no podía creer lo que veían mis ojos, tres pilas gigantes de papeles sobre el escritorio de mi jefe ¡no terminaría en horas! ¿Cómo no me dijo antes?
Resignada salí y marqué a Jennifer para que no me viniera a buscar, bajaría por las escaleras ya que tenía para mucho rato más y no tenía sentido que ella me esperara. Dios, sesenta pisos me aguardaban al terminar con mi trabajo.

Eran las nueve y media de la noche y por fin había acabado. Me dirigí rápidamente a la oficina, ya era muy tarde. Al entrar me di cuenta que la oscuridad reinaba ¿Qué diablos?
Prendí la luz de la oficina del Sr. Ezequiel, pero esta no funcionó. Tenía un montón de papeles en mis brazos y debía dejarlos en su escritorio, a un par de metros más.
Tragué saliva nerviosa ¿Por qué estaba tan miedosa últimamente?
—No pasa nada —me dije a mi misma y cerré los ojos para después caminar muy rápido hacia el escritorio del Sr. Ezequiel y dejar los papeles sobre este.
—Buenas noches.
— ¡Aaahh! –grité con todas mis fuerzas al saber que había alguien ahí. Me apoyé en el escritorio y boté los papeles al suelo. Cerré mis ojos para sentir algún golpe o algo por el estilo, como sucede en las películas de terror.
— ¿Disculpa? –Abrí mis ojos de inmediato al notar aquella voz –siento haberte asustado, pero me dijeron que Ezequiel estaba aquí –lo único que podía ver a mi lado era un rostro pálido que se colaba por las gigantes ventanas que adornaban esta oficina.
Mi mano fue de a poco a la lámpara del escritorio de Ezequiel, pero me quedé estática al ver como aquel extraño sonreía, mostrando una perfecta y blanca sonrisa.
–Déjame hacer eso a mí –se acercó un poco y prendió la lámpara.
Me quedé como una verdadera idiota mirándolo, ya que su cuerpo estaba solo a unos centímetros del mío. Su piel pálida, su cabello negro correctamente peinado, manteniendo una sonrisa inocente me estaban causado cierta incomodidad; vestía con un traje negro y una camisa blanca, solo me daban a entender que este era el supervisor del que había hablando Jenn, ya que jamás lo había visto.
—N-no había luz –dije al ver que la lámpara prendía. Él volvió a sonreír. Un escalofrió recorrió mi espalda. Tenía que salir de aquí.
—Supongo que ha vuelto ¿no? –asentí como una imbécil, sin poder dejar de mirar esos ojos, tan negros –Y bueno Lizzie, creo que Ezequiel no está.
— ¿Cómo sabes mi nombre? –dije frunciendo el ceño, él volvió a sonreír.
—Sé todo lo que me interesa saber y eres la secretaria de Ezequiel entonces…
—Claro — ¿Por qué otra cosa iba  a saber mi nombre? estúpida Lizzie.
Esquivé su mirada porque ya no me estaba pareciendo tan atractiva como hace un segundo atrás, miré hacia el piso y vi todos esos papeles en el suelo, suspiré frustrada.
Me agaché  y comencé a recogerlos uno por uno, hasta que vi otras manos ayudándome.
—No tiene porque hacer esto, le debo pedir que se retire –dije aun recogiendo los papeles, sin mirarlo –no debió entrar aquí sin mi autorización o la del Sr. Blake.
—Creo que el Sr. Blake, puede comprender si entro a su oficina sin su permiso –lo miré frunciendo el ceño, esta oficina era sagrada, nadie entraba así como así, ya que podrían sacar algo importante y perjudicar a mi jefe.
—Disculpe –dije poniéndome de pie para enfrentar a este sujeto — ¿Cuál es su nombre? –ahora me venía a dar cuenta que estaba conversando con un extraño.
Él  miró por unos segundos mis piernas que estaba al frente de él ¿Por qué me tuve que poner falda hoy?  Se puso de pie cuando lo miré de mala forma por su comportamiento.
—Mi nombre es Maximiliano Blake, solo dime Max –tragué saliva. La había cagado. Era su hijo.
—Disculpe  —dije ahora más tranquila –El Sr. Blake jamás me informó de su visita, pero aun así le pediré que se retire, ya se ha terminado el horario de trabajo  –me quedó mirando sin decir nada por unos largos segundos.
—Creo que eso lo decido yo –tensó su mordida, aquello no me agradó y tampoco me dio mucha confianza, es más, me dio miedo.
—No, no lo decide usted, llamaré a seguridad si insiste –dije tomando el teléfono, pero él tomó mi muñeca con rapidez, evitando hacer cualquier movimiento — ¿Qué está haciendo?
—No me gusta que me ordenen lo que debo o no debo hacer –dijo mirándome serio, con esos ojos negros que no eran nada atractivos ahora.
—Suélteme en este instante o gritaré.
—Dudo que alguien siga trabajando a esta hora –mi corazón comenzó a latir con rapidez, era la misma sensación de anoche. Quizás había soñando con ese ser tan extraño y era un sueño tipo premonitorio al psicópata que tenía adelante. No eran a los ojos rojos que debía temer, sino a estos de color negro.
 —Se lo advertí –tomé aire e iba a gritar con todas mis fuerzas, pero nuevamente fue más rápido que yo; llevó su mano a mi boca y me acorraló contra el escritorio.
Grité pero fue inútil teniendo tal barrera, su otra mano libre fue hasta mi cabeza, evitándome escapar de su agarre. Comencé a golpearlo pero por lo visto no le hacía ningún daño. Se acercó más a mí, llevando su boca a mi oído.
—Eres un tanto testaruda ¿no? –me quedé quieta, no fui capaz de moverme por el miedo, además que sentía como su agarre se sentía ardiendo sobre mi piel, eso no era normal, este tipo era malo en serio –sigamos recogiendo los papeles, pero sin gritar ¿de acuerdo? –asentí sin saber que responder ¡el tipo era un maniático!
Me soltó de a poco hasta que quede libre. Mis ojos estaban llenos de lágrimas, pero era más inteligente seguirle la corriente.
Me agaché de nuevo y comencé a recoger todo rápidamente para largarme de aquí, debo decir que él fue bastante rápido también.
Dejé todo donde debía estar y no me moví, como si estuviera esperando una orden de él o algo parecido, no quería que esto se saliera de mis manos de nuevo.
 – ¿Deseas quedarte más tiempo ya que sigues aquí? –no me faltó otro comentario para comenzar a caminar muy rápido hacia afuera de la oficina.
Tomé mi bolso y ahora el dichoso Maximiliano estaba cerrando la puerta de Ezequiel.
Me fui directo a la salida por las escaleras, ahora menos me subiría a un ascensor si tenía que ser con él.
— ¿A dónde vas? –dijo ahora apoyado en la pared, al lado mío. ¿Cómo se movió tan rápido?
—Me voy, adiós –traté de abrir la puerta.
—Hay ascensores ¿sabes? –tomó la manilla, por lo tanto estaba tomando mi mano.
Lo miré y ahora con la luz que había sus ojos no lucían negros completamente, se veían diferentes.
—No me gustan los ascensores –moví mi mano de donde estaba para que no me tocara.
— ¿Por eso no subiste hoy en la mañana? –bien, esto se estaba convirtiendo en la peor pesadilla que he tenido.
Este tipo fue el mismo al que vi con los ojos rojos, aunque todavía no estaba segura si fue mi imaginación o fue realidad, aunque ahora creo que era la primera porque sus ojos eran negros…o de un color raro, pero no rojos.
—Realmente me tengo que ir –miré la puerta. No quería enfrentarme a él de nuevo.
— ¿Por qué? No es como si algún novio te estuviera esperando en casa ¿cierto? — ¿es qué acaso estaba tratando de averiguar sobre mi vida?
—Em…en realidad si –mentí descaradamente, él sonrió curvando sus labios.
—No eres buena mintiendo, eres alguien inocente y esas son las más fáciles para mí –lo quedé mirando con los ojos bien abiertos ¿a qué se refería con que mi alma era pura?
— ¿Qué deseas? me quiero ir, estoy cansada y tengo mis días libres, así que ya me estoy aburriendo de este juego ¿Quién te envió? ¿Fue alguna de mis amigas? ¿De verdad eres el hijo de Ezequiel Blake?  –me cansé, no tenia porque soportar esto solo porque supuestamente aquel tipo era el hijo de mi jefe o cualquier idiota que pudieron mandar las chicas para una pésima broma.
—Nadie me ha enviado y ¿lo qué deseo? aun no lo decido, tengo dos días aun para saber que haré contigo –rodeé los ojos, molesta.
—Mientras lo decides, yo estaré camino a mi cama a descansar –dije abriendo la puerta y saliendo de ahí. Le puse seguro por el otro lado y comencé a bajar todos los escalones corriendo…esto me tomaría tiempo.

Estaba caminando hacia mi auto por el oscuro estacionamiento, pero en realidad estaba corriendo, me sentí mucho más segura dentro de mi cacharro, no podía creer lo que me había pasado. Se lo diría al Sr. Ezequiel cuando volviera, eso no se repetiría otra vez.
Llegué a casa bastante tarde, faltaba poco para las once de la noche. Entré y fui directo a mi habitación. Prendí la televisión y preparé algo para comer, lo llevé a mi cama y tomé el sobre que había tirado en la mañana, tratando de olvidar todo lo sucedido en la oficina.
Me recosté tranquila, prendí la luz de la lámpara y abrí el sobre, era color crema y no decía de quien era, solo tenía mi nombre, con una letra verdaderamente hermosa. Lo abrí… adentro había una tarjeta negra.
Era una invitación a la fiesta Masquerade que era este viernes a las once y media en el hotel Piedra Negra; ese era un hotel bastante lujoso. El único requisito que había que tener, era usar una máscara y vestir para la ocasión. ¿Por qué me enviaron esto?...de seguro era un error, ya que esa fiesta era para la elite de nuestra sociedad.
Tiré el sobre a mi mesa de noche.
Terminé de comer, lavé mis dientes ya agotada, apagué el televisor y me metí bajo el cobertor, sonriendo por poder descansar finalmente.
Cerré los ojos y no pude evitar traer a mi mente al tal Max ¿Qué maniático era ese? Dios…aun así era muy guapo, no lo puedo negar, pero daba miedo. Pensando en él me quede dormida.
Sentí de nuevo las manos de aquel extraño en mi boca, evitando que gritara. Estaba ahora todo a oscuras en la oficina de Ezequiel, pero esta vez no se acercó a mi oído, sino que alejó su mano de mi boca y sonrió de esa forma tan cautivadora para después acercarse y unir sus labios a los míos.
De forma brusca me tomó de las caderas y me hizo sentar sobre el escritorio. No podía decir nada, estaba tan concentrada mirándolo, como si eso fuera todo lo necesario para que estuviera tranquila. Me volvió a besar con más ímpetu haciendo que saliera un leve gemido de mi boca que lo hizo reír suavemente mientras ahora sus manos viajaban por mis piernas causando que varios escalofríos recorrieran mi espalda. Cerré mis ojos al sentir que sus manos ahora se metían bajo la falda, acariciando con delicadeza mis muslos.
Dejó de besarme para dejar pequeños besos en mi cuello, logrando más suspiros de mi parte.
—Max… —mi voz salió completamente diferente, ronca producto de la excitación que provocaban sus labios en mi cuerpo; llevó sus manos a mi trasero y me acercó a su cuerpo de un solo movimiento.

Me senté en la cama, respirando agitadamente. Miré a mí alrededor y noté que era de noche aún. No podía creer lo que estaba soñando. Me levanté y fui al baño.
Mojé mi rostro y me quedé mirando en el espejo, mi cabello negro estaba alborotado y mis ojos bien abiertos,  estaba bastante sonrojada ¿Cómo diablos tuve un sueño así?... ¡Con él! Era un desconocido ¿Qué era lo que me estaba pasando?
Repentinamente sentí un escalofrió en mi espalda al escuchar un ruido en la sala. Mi corazón comenzó a latir con fuerza producto del miedo.
Con cuidado tomé un paraguas que tenía en mi habitación y me dirigí a la sala, estaba todo oscuro y el interruptor de la luz estaba al lado de la puerta principal o al lado del mueble de la cocina, sin dudas la puerta era mi mejor opción.
No podía ver nada por la oscuridad así que antes que mis piernas temblaran aun más, corrí hacia la puerta y estuve a punto de tocar el interruptor, pero me estamparon contra esta, apretando mi cuello contra la madera y sintiendo el cuerpo de otra persona contra el mío.
— ¡Nooo! –grité, mirando hacia mi captor lo que terminó por dejar mi cuerpo congelado, convirtiéndome en una muñeca de trapo.
No podía creer lo que estaba viendo, eran esos ojos rojos que estaban solo a unos centímetros de mi rostro.
Nunca había sido mi imaginación.
Mi cuerpo se estremeció al escuchar como él se reía de una forma escalofriante, ronca y muy profunda.
—Creo que ya sé lo que deseo de ti –ni siquiera entendí lo que me dijo, solo me concentré en sus ojos ¡Dios santo! ¡Este Monstruo era real!

5 Lectores:

  1. Ayyyy así que ya conoció a Max... y ahora??? Pensará que sigue soñando??? o se dará cuenta que es real????
    Besos gigantes!!!
    XOXO

    ResponderEliminar
  2. Este Max me recuerda muxho al sr. Lenardi

    ResponderEliminar
  3. Esto se esta poniendo interesante!
    Ya quiero que llegué la fiesta!
    😆😆😆😆

    ResponderEliminar
  4. HOLA ME ENCANTA ESTA MARAVILLOSA HISTORIA Y QUISIERA SABER CUANDO VAS A SUBIR LA CONTINUACIÓN.

    ResponderEliminar
  5. HOLA ME ENCANTA ESTA MARAVILLOSA HISTORIA Y QUISIERA SABER CUANDO VAS A SUBIR LA CONTINUACIÓN.

    ResponderEliminar

Con la tecnología de Blogger.

© Black Butterfly, AllRightsReserved.

Designed by ScreenWritersArena