Capítulo 1
“Ojos Rojos”
Las luces giraban por toda la pista,
cerraba mis ojos cuando llegaban a donde me encontraba, eran de distintos
colores y hacían que me mareara, además el humo que salía por los alrededores no
ayudaba en nada a mi capacidad visual ya disminuida por los efectos del
alcohol. El vodka siempre tenía ese efecto.
— ¡Lizzie! —gritó Jennifer a mi lado, la
miré un poco desorientada.
El castaño cabello de mí querida amiga apareció
frente a mis ojos, suelto y desordenado debido a estar bailando durante horas.
Ella me observaba con sus ojos verdes, confundida. No había sido buena idea
salir de fiesta luego de haber ido a trabajar.
—Creo que es hora de que nos vayamos a
casa –dijo riendo –ya pasaste el límite de copas.
—No tienen por qué irse aún –dijo un
hombre a mi lado. Lo miré y creo que estaba bailando con él. Jennifer tenía
razón, ya pasé mi límite.
Miré a mi amiga y asentí para que nos
fuéramos.
— ¡Vamos! —dijo ella gritando en mi oído
por la música del club. Le hice una seña al chico que estaba a mi lado, pero él
me tomó de la mano y me acercó, demasiado para mi gusto.
—Nos vemos por ahí —sonrió coqueto. Se
acercó y besó mi mejilla…realmente al nivel de la comisura de mis labios. Lo
quedé mirando extrañada, sin ser capaz de poder diferenciar bien su rostro.
Debía salir de aquí.
Me alejé tropezando con mis pies por
culpa de Jenn que agarró mi mano y tiró de mí hasta las afueras del pub.
—Guapo ¿no? –dijo ya cuando el ruido
había desaparecido, pero un zumbido en mis oídos se mantenía, evitando que
escuchara con claridad.
— ¿Quién? ¿El tipo de adentro? –ella
asintió.
— ¿Cómo se llamaba? –quedé pensando unos
minutos. No lo podía recordar, aunque ya no importaba.
Ésta había sido la mejor y peor salida
que había tenido con Jennifer, no le diría nada a Sophia por la mañana o si no
me mataría, ella era mi conciencia.
—Jennifer, recuérdame no volver a salir
contigo, siempre termino así.
—Eres una exagerada, hablas como si te
hubiera obligado a beber –su sonrisa me demostraba cuanta gracia le hacía mi estado.
— ¡Realmente lo hiciste! —Ella rió
porque tenía razón, podía recordar su voz diciéndome ¡bebe, bebe, bebe! –me obligaste porque… —me tomé un segundo para
poder formar la oración, mi cerebro no estaba funcionando a sus capacidades
normales –porque… ¡porque dijiste que no me divertía nunca! –me apoyé de su
brazo al dar un paso en falso que hizo que se moviera mi mundo ¿estaba
temblando? –Nunca más vendré al Irlandés
contigo, eres mala influencia.
Hacía años que habíamos elegido el club
Irlandés para pasar un buen rato, era seguro y siempre podíamos encontrar
chicos bastante guapos.
—Vamos… me iré contigo, no puedes llegar
así a tu departamento y menos sola –dijo ahora mirándome preocupada. Negué con
mi cabeza, yo me iría sola, no quería molestar a nadie, nunca lo había hecho y
este no sería el momento.
—No te preocupes, mira que Arthur ya me
debe odiar bastante porque te robé esta noche…bueno tú sola viniste, es más, tú
me obligaste a venir –estaba hablando incoherencias de nuevo.
—Dios —dijo ella sonriendo divertida al
verme en este estado —Me iré contigo.
— ¡No! –dije más alto de lo que quería,
un grupo de personas me quedó mirando; no pude evitar sonrojarme, me estaba
dejando en ridículo.
Esta no era la Lizzie Green que yo
conocía… o sea no era como yo usualmente me comportaba ¿de qué estoy hablando?
Nuevamente las divagaciones.
—No te puedo dejar ir así, luego me
regreso a casa –negué.
— ¡Vives al otro lado del charco! ¡Y
mañana tenemos que estar en la oficina! –dije riendo, esto era completamente una
irresponsabilidad, pero el trabajo nos estaba consumiendo tanto que, con Jennifer
tuvimos que salir de la rutina.
Ella quedó pensando unos segundos, sabía
que yo tenía razón y ella no, porque ¡Lizzie siempre tiene la razón!….diablos,
estaba divagando de nuevo y no escuchaba a Jennifer.
— ¡Ahí viene tu taxi! –grité haciendo
parar a uno. Abrí la puerta y tiré de su brazo hasta que la metí adentro y
cerré la puerta — ¡A toda marcha! ¡Y no mires hacia tu espalda! –le dije
incoherentemente al taxista.
— ¡Lizzie!
El taxi partió con mi amiga adentro,
ella estaba lista para ir donde su guapo y simpático novio y quizás pasar una
noche mucho más entretenida a la que iba a pasar yo.
Miré a mí alrededor. Ya me había alejado
una cuadra del pub, pensé en volver, pero en mi cerebro quedaba un poco de
juicio y decidí que mejor caminaba para poder encontrar un taxi, ya que un
grupo de chicas salió del pub, no sería fácil conseguir uno si ellas me
adelantaban.
Comencé a caminar rápidamente mientras
sentía un molesto ruido que no me dejaba tranquila desde hacía unos segundos,
luego pensé mejor y me di cuenta que era mi celular. Miré bien la pantalla y
era Jennifer, colgué y pude ver que más adelante venía un taxi, le hice una
seña para que parara.
Estaba esperando que el chofer
estacionara cuando escuché unos gemidos, me giré con bastante cuidado para no
caer y pude ver que esos ruidos sospechosos provenían desde el final del
callejón que estaba detrás de mí.
No pude ver bien quien estaba en ese
lugar porque mi vista estaba en condiciones precarias, pero era obvio que eran
personas haciendo algo indebido… ¡qué asco, en la vía pública!
—Vayan a un hotel –dije más para mí que
para quien estuviera en la oscuridad, pero segundo después de decir aquello se
escuchó un horrible sonido contra los botes de basura y esta vez pude ver
claramente como desde la oscuridad habían dos pequeñas esferas rojas…aunque observando
mejor no eran esferas, sino más bien, eran unos ojos ¿Qué demonios?
Tragué saliva nerviosa, pero me quedé
atenta mirándolos, era incapaz de detenerme, sin embargo gracias a la bocina
del taxista a mi lado desperté de donde fuera que mi mente se encontraba, pude
girarme y dirigirme hacia el taxi.
Entré más rápido que cualquier persona
que haya subido a un auto y le di la indicación al hombre tras el volante para
que manejara. No pude ver claramente, pero en el momento que el taxi partió, el
dueño de esos ojos rojos apareció apoyándose en el muro del edificio. Lo único
que pude diferenciar era que vestía con un traje negro, porque su rostro estaba
cubierto por la sombra que le proporcionaba el edificio de al lado.
Solo ver aquella silueta causó tal miedo
que un par de escalofríos recorrieron mi espalda, pero luego pensé en la
realidad de mi vida: estaba borracha y de seguro todo estaba siendo alterado
por mi cuerpo y mente.
Más de cuarenta minutos después el
taxista paró al frente de mi edificio; le pagué y salté del auto, feliz por
estar en casa de nuevo.
Entré con cuidado, apenas metiendo la
llave en el gran portón de hierro y solo le hice una seña al vigilante para
después comenzar a subir por las escaleras. Odiaba los ascensores, ni borracha
me subiría a uno; los evitaba a toda costa, a pesar que diariamente tenía que
subir y bajar uno en mi trabajo. Gracias
al cielo tenía buenas amigas que me acompañaban en el trayecto porque trabajan
conmigo, era una locura pero funcionaba.
Ahora lamentaba vivir en este viejo
edifico en unos de los peores barrios de la ciudad, justo en el último piso. No
era agradable subir todos esos escalones bajo los efectos del alcohol, pero
debo decir que ya sobria, estaba acostumbrada a ellos.
Ocho pisos pasaron luego de no sé
cuántos minutos, los cuales traté que se redujeran a la mitad subiendo de a dos
escalones, ya que me sentía nerviosa, había vuelto esa misma sensación
desagradable que tuve al ver a ese sujeto con los ojos rojos, quizás el hombre
había fumado demasiada marihuana que hasta sus ojos llegaron a brillar.
Sonreí por mi estúpido pensamiento.
Me costó bastante poder entrar a mi
departamento. Cerré la puerta, la cual se demoró en sonar para avisar que se
había cerrado, me volteé y recién ahí ésta se golpeó, cerrándose por completo.
Moví mi cabeza en negación, estaba pensando más de la cuenta en lo que sucedía
a mí alrededor.
Cansada fui hasta la cocina por un vaso
de agua, bebiéndolo como una persona que ha estado días en el desierto y
después fui al baño mientras iba dejando mi ropa tirada en el suelo hasta
quedar solo con mi ropa interior.
Me lavé los dientes y miré mi reflejo,
apenas podía verlo… ¿cómo me pude asustar con unos ojos rojos siendo que mi
vista era tan deplorable? ¿Es qué había dos Lizzie al frente de mí? Me reí de
lo estúpida que era ¡Dios! no volvería a beber de nuevo.
Solté mi cabello y tomé mi camiseta
gigante de color negro con un gran toro rojo que abarcaba gran parte de ella,
era simplemente genial, además de cómoda. No recuerdo quien me la había
regalado.
Me arrojé en la cama como el bulto que
era en estos momentos y me fui acomodando de a poco hasta sentir que el
cansancio estaba llegando a mi cuerpo, pero sin previo aviso mi corazón volvió
a latir rápidamente, llevé mi mano a mi pecho y respiré tranquilamente para que
pudiera volver a la normalidad ¿es que ahora tenía enfermedades cardiacas? Por
Dios…solo fue una noche de borrachera, nada más ¿Por qué era castigada de esta
forma?
Tuve que abrir los ojos para
tranquilizarme y para que el mundo dejara de girar, pero hubiera preferido no
seguir viendo nada ya que lo que observé después fue ciertamente escalofriante.
Había una persona al final de mi cama y
solo podía ver sus ojos rojos. Me senté en un segundo y prendí la lámpara de mi
mesita de noche.
La claridad que llegó a mi habitación
solo me permitió ver que no había nadie… ¡Dios, es definitivo, no vuelvo a beber
en mi vida!
El sonido de mi alarma fue el que me
despertó después de haber dormido menos de tres horas. Me puse de pie, aun un
poco mareada, esto no lo volvería a repetir jamás, había sido demasiado
irresponsable de mi parte.
Me metí a la ducha y estuve arreglada en
cosa de minutos, por lo que me fui directo a la cocina para desayunar, tenía
hambre.
Miré el reloj y este ya marcaba un
cuarto para las siete, así que lavé mis dientes, traté de verme decentemente para
así salir del departamento, tirando en el trayecto un sobre color crema que
estaba bajo la puerta. Corrí hacia
afuera y me subí al auto.
Llegué al edificio Blake Ltda. Aquí es
donde trabajo, un gran y moderno edificio, con una infraestructura que te
quitaba el aliento. Llevaba tres meses siendo funcionaria de este lugar, era la
secretaria del Sr. Ezequiel Blake, el dueño de este imperio de mercadeo, así
es, con mis veinticuatro años, estaba bastante bien en mi trabajo, a pesar de que
no era mi pasión, no me molestaba venir diariamente hasta la oficina.
Estaba ahorrando dinero para recorrer
Europa, no me faltaba mucho tiempo para poder lograrlo ya que desde mis
dieciocho años guardaba aunque fuera un dólar para mi futura aventura. Iba a
ser libre en poco tiempo ¡iba a recorrer el mundo sola!
Me puse las gafas y salí del auto. Entré
y saludé al guardia como todos los días y ahora estaba al frente de este maldito
ascensor, realmente lo odiaba. Odiaba todo espacio pequeño donde el oxigeno
estuviera limitado.
Alguien se ubicó a mi lado y presionó el
botón, no miré para saber de quién se trataba. Suspiré y mis manos comenzaron a
transpirar. Si tuviera la resistencia para subir al piso sesenta por las
escaleras sobre estos tacos, lo haría, pero eso no era posible, no cuando había
tenido una noche de juerga y sentía que en cada pierna tenía un duende verde
irlandés rodeándolas. Maldito pub irlandés.
El ascensor se abrió, invitándome a
entrar, pero no quería hacerlo. La
persona que estaba a mi lado pasó sin ningún problema, miré hacia los lados y
luego cuando el ascensor se estaba cerrando puse atención en quien estaba
adentro, en el único segundo que tuve para observarlo.
Era un hombre, se cubría parte del
rostro con su abrigo, estábamos cursando un duro invierno, aunque eso pasó a no
tener importancia cuando sonrió, curvando sus labios y sin previo aviso, al
fijarme en sus ojos me dejó helada… eran rojos ¡maldita sea! ¿Por qué era tan
lenta? ¡Solo pude ver parte de su rostro!
Di un paso hacia atrás asustada justo
cuando las puertas se cerraron. Llevándose a ese ser extraño.
— ¡Lizzie! –Miré hacia el lado asustada
y vi que era Jennifer –Dime que no has venido borracha —Negué de inmediato,
ella frunció el ceño – ¿Te sientes bien? Estás blanca como un papel.
—No me siento muy bien –ella me miró muy
seria.
— ¿Subiste a esto sola? –dijo apuntando
al ascensor con su pulgar. Negué de nuevo –muy bien, ya estoy aquí, así que
apresurémonos, hay rumores que ha llegado un supervisor bastante desagradable y
no podemos tener ningún error ¿está bien? creo que harán recorte de personal
vago.
—Está bien –no podía sacar de mi mente a
ese ser de ojos rojos ¿me estaba volviendo loca?
—Además que no puedo creer que me hayas
arrojado a ese taxi ¡y no me hayas contestado el teléfono! Te dejé de llamar
hace como una hora porque teníamos que venir a trabajar. Arthur se preocupó también
–asentí arrepentida por mi comportamiento, de verdad no me acordaba de eso en
la mañana, pero por lo visto lo hice, había sido estúpidamente peligroso.
Borracha y sola, no era una combinación
correcta.
—Bien, subamos –fuimos al ascensor de al
lado y Jennifer presionó el botón.
Era muy distinto cuando subía con
alguien que conocía y confiaba, me era mucho más soportable el trayecto a pesar
de que ella se bajaba antes, pero había todo un mecanismo para esto. Sophia me
esperaría en el cincuenta y uno y subiría conmigo al sesenta.
Me quedé en silencio durante el
recorrido, con ambas. Sophia me saludó después de que Jennifer bajó, pero vio
que mi cabeza estaba en otro lado. Les diría todo cuando almorzáramos, esos
ojos rojos me habían asustado bastante, pero por ahora, tendría que
concentrarme en lo que el Sr. Blake deseara, además que si había un supervisor,
las cosas estarían un tanto movidas.
Ohhhh si!!!! y comienza otra vez... me encanta que tengas personajes originales!!!!
ResponderEliminarEspero que Lizzie pronto se de cuenta quien es el extraño de ojos rojos ;)
Besos gigantes!!!!!
XOXO
Siento que la leo por primera vez!! Es genial
ResponderEliminarAyyyy como amo esta historia que emocion *-----------* siento que te amoo jajaja
ResponderEliminarPobre lizzie lo que va a sufrir en los asensores 😛
ResponderEliminar1313 la ansiedad igual que la primera vez 1313
ResponderEliminarNo se que decir... quiero más!!!
ResponderEliminarDemasiado bueno!!!
Ya me atrapo ahora quiero más, a ver cuánto tardó en devorarlo , jejjejeje. Saludos
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